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lunes, 11 de enero de 2010

El Condestable Don Álvaro de Luna.


Escribir sobre D. Álvaro de Luna no resulta complicado dada la importancia de su figura y la trascendencia que tuvo en la Castilla del siglo XV, ya que fue el más popular y poderoso de su tiempo. Intentar ser objetivo al pregonar los peldaños que durante su vida fue subiendo y bajando lo dificulta un poco más dada la enorme complejidad de su persona y la época convulsa en que vivió. Ya se sabe además que si la ficción es más bonita que la realidad es la ficción la que perdura en la historia (nos gusta que las fantasías perduren). La historia sin estos aderezos parece que fuera menos historia. Un ejemplo claro lo tenemos en el llamado “derecho de pernada” que en Castilla, bajo el control de D. Álvaro de Luna, no existió como tal y menos en sus villas propias y posesiones como Cornago ya que el Condestable nunca lo hubiese permitido dada su rectitud y la valoración que tenía por la mujer (incluso escribió un libro sobre ellas titulado “Virtuopsas e claras mugeres”, en defensa de las féminas y que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca.), pero ya se sabe las tradiciones orales aún pudiendo tener una base verídica en un momento y lugar dados, o incluso ser un hecho real muy puntual, van engordando su leyenda con los aderezos que cada “transmitente” le va dando, pudiendo llegar a nuestros días con gran carga de desfase.

Voy a intentar centrarme principalmente en aspectos de su persona sin olvidar sus logros políticos o militares que nos ayuden a comprender su retrato, procurando no perderme con bailes de fechas, datos históricos y otras referencias obligadas, aunque la tarea no resulta fácil.
“Amor y odio se reparten su imagen y es muy difícil encontrar en la historia española una figura tan emergente, tan atrayente y tan novelesca como la de aquel gran seductor de amigos y enemigos, que prefirió la muerte antes que renunciar a su orgullo y a la amistad que creía perdida, de su Rey Juan II”.

Castilla era en esa época un volcán en erupción plagado de envidias y deseos enormes de riqueza fácil al lado del Rey o fuera de él, y la figura de D. Álvaro de Luna, paradigma de la grandeza y la historia de una edad turbulenta y estremecedora, ganador de numerosas batallas y conflictos bélicos, era un freno para todos los que querían lucrarse de forma rápida y fácil.

Hombre recto, de fuertes convicciones religiosas, guerrero y estratega inigualable y sobre todo hombre leal como nadie a su Rey Don Juan II no permitía ni aceptaba estos desmanes. Su lugar, siempre próximo al campo de batalla y por lo tanto alejado durante gran parte del año de los tejemanejes de la Corte, dio alas a sus enemigos para la conspiración continua, lo que le llevó en tres ocasiones a ser desterrado. Esto que para cualquier persona hubiese sido un deshonor, para D. Álvaro sólo significó acatar la voluntar real sabiendo que su conciencia estaba limpia de cualquier maquinación. Significaron además estos tres destierros un reforzamiento de su figura pues en ambos tuvo el Rey que volverlo a llamar y pedirle y rogarle, hasta tres veces en alguno de los casos, su regreso inmediato ya que sin él el caos se apoderaba de Castilla. Su regreso suponía un inmenso gozo para el pueblo y para los cortesanos celebrado con banquetes, justas, torneos, bailes, saraos y toda clase de juegos incluido el de la pelota .

Esto demuestra fehacientemente los desmanes y envidias que se tramaban continuamente en el reino, pleno de intrigas sangrientas, de ambiciones insatisfechas y cómo muchos de los nobles buscaban tener lejos a D. Álvaro para su propio enriquecimiento y levantamiento contra el Rey, llegando a considerar a éste como un juguete. Conviene recordar también que muchos de los nobles tenían un gran ejército propio y posesiones enormes. D. Álvaro y su fuerte personalidad impedían estos desmanes y así lo hizo durante su vida, aunque la perdiera en ello. Luchó por reforzar la autoridad de la Corona, la cual era en Castilla la única alternativa al caos.
No podemos olvidar que el siglo XIV y XV significó el auge de la ganadería en Castilla y ocasionó la potencialidad económica de no pocos concejos y villas ya fuesen de realengo o estuviesen sujetos a señorío. Y Cornago no fue una excepción. De ahí la importancia de los señores de la Villa y del propio D. Álvaro en mantener este señorío y las continuas peleas que tuvo que soportar con los infiltrados de Navarra y Aragón para su defensa.

D. Álvaro había nacido en Cañete (Cuenca) en 1390. Hijo ilegítimo de D. Álvaro Martínez de Luna (copero del Rey Enrique III) y de una mujer de humilde condición social llamada María Fernández de Jarana (La Cañeta).

Por parte de padre descendía de una de las más ilustres familias aragonesas como era la casa de los Luna. Su tío-abuelo, D. Pedro de Luna, fue el Papa Benedicto XIII, el considerado antipapa. Su abuelo, Juan Martínez de Luna, hermano de Benedicto XIII, había ayudado a Enrique de Trastámara en la guerra fratricida de Castilla recibiendo de éste los señoríos de Alfaro, Jubera, Cornago y Cañete iniciándose aquí el entronque entre Cornago y la familia Luna.

Ya desde muy joven quedó D. Álvaro al amparo de Benedicto XIII. Era un niño inteligente y despierto, distinguido y brillante con las armas, buen jinete y excelente cazador, culto, discreto, reservado y ambicioso y ya despertaba una clara vocación de líder. Recoge José Serrano en “El Condestable” que “cuando tenía 10 años ya sabía todas las cosas que los otros niños grandes comenzaban a aprender. Sabía leer y escribir lo que convenía para ser caballero y sabía cabalgar y ponerse bien a caballo y procuraba traer limpio y en buenas condiciones lo que llevaba puesto y ser muy cortés y muy gracioso en su habla siempre prudente”

Estas cualidades y la influencia del Papa Luna, sirvieron para introducirle en la Corte como paje y compañero de juegos del rey Juan II, cuando D. Álvaro andaba en los 17 años y el Rey próximo a los 3, el cual había quedado sin padre dos años antes.

La consideración y el afecto por parte de la familia real fue inmediato. Su desenvoltura, y su agradable conversación ayudaron a ello. Amante de los juegos, de la danza y de la música, su trato elegante y gentil le llevaron a ser una referencia en la Corte y a ser nombrado oficialmente único paje del Rey, sólo un año después de su llegada, debido al enorme cariño que el jovencísimo monarca le había tomado. Esto suponía convertirlo en la persona que habría de estar junto a él las 24 horas del día. Fue como un niñero para su futura majestad, ejerciendo igualmente muchas de las funciones de un educador.

Se convirtió así en inseparable de su Rey compartiendo con él toda su infancia, sus juegos, sus travesuras y todo lo que un niño de su edad anhela y desea. D. Álvaro montaba extraordinariamente a caballo, excelente lancero, buen poeta y elegante prosista, cortés y gracioso en el diario discurrir, despierto, inteligente, amigable ....Todo esto hizo que el Rey tuviese admiración ciega por él. Fue su inseparable amigo, el hermano mayor del que recibía consejos y seguro que alguna reprimenda, la mano que le guiaba, el brazo que le aupaba al caballo.

Cuenta la historia que fue tal el apego que el joven futuro Rey le tuvo, que muchas noches no se acostaba si a su lado no lo hacía D. Álvaro. Éste le recitaba romances caballerescos plenos de intriga y batallas hasta que el sueño podía con el Monarca. En las noches de tormenta con profusión de rayos y truenos eran los brazos de D. Álvaro los que le cobijaban y adormecían. Así fue pasando el tiempo, durmiendo siempre a los pies de la cama del Rey para que éste se sintiese seguro.

Durante todos estos años fueron escasos los momentos en los que D. Álvaro tuvo que ausentarse de la corte (en algún caso para visitar a sus familiares en Aragón) y en todos ellos el pesar del joven monarca fue evidente: se abrazaba pesaroso a su cuello y le rogaba con lágrimas en los ojos que no se demorase su regreso. Así podemos imaginarnos la infancia de este Rey voluble y disoluto, como nos lo presentan las crónicas, junto a D. Álvaro, viendo a éste como un hermano mayor, y correspondiendo D. Álvaro con enormes muestras de cariño. Mientras llegaba a la mayoría de edad, el tío del futuro Monarca, Fernando, era quien gobernaba. Sin embargo en 1412 Fernando fue elegido Rey de Aragón pasando la regencia a manos de la madre del Rey, Catalina de Lancaster, mujer de nula capacidad para ello. Entre ambos rigen los destinos de Castilla hasta que en 1416 muere D. Fernando.

En 1418 ( algunos autores precisan que fue en marzo de 1419 con 15 años) fue considerada su mayoría de edad cumplidos los 14 años y se le entregó la corona con todas las prerrogativas, derechos y obligaciones viéndose enseguida que no era persona para soportar el peso de un reino y aquí, como podemos imaginar, la influencia de D. Álvaro empezó a tener su efecto y fue él de alguna manera quien empezaba a guiar los destinos de Castilla ya que sus palabras eran mensajes directos que el Rey aceptaba con sumo orgullo. Se iniciaba así el futuro valimiento en el trono de Castilla y empezaba aquí la carrera “político-militar” de D. Álvaro de Luna.

Intentaré a continuación reflejar los datos y hechos más relevantes de su vida procurando dentro de lo posible no extenderme en demasía y que exista una cierta ligazón: 1418: En este mismo año que D. Juan es declarado mayor de edad muere la Reina madre Catalina de Lancaster, siendo esto mayor motivo para que D. Juan siguiera refugiado en su gran amigo D. Álvaro. 1420: Se casa D. Álvaro con Dña. Elvira de Portocarrero . Ello le valió como regalo de bodas que el Rey le diese como suyas las villas de Jubera, Cornago y algunas otras que habían pertenecido a su padre, el copero mayor D. Álvaro de Luna.

1420: El Rey , D. Álvaro y un grupo de nobles habían sido hechos prisioneros a traición, en su mismo palacio de Tordesillas, por un grupo de insurgentes del reino comandados por Enrique, infante de Aragón. Posteriormente D. Álvaro consiguió escapar y días después, dando buena muestra de sus dotes de estratega, logró liberar al Rey. 1421: Año de calma en el que D. Álvaro acompaña al Rey en numerosas cacerías, festejos y todo tipo de juegos.
El Rey le hace entrega de la Villa, tierras y Castillo de San Esteban de Gormaz y también de la villa y tierras de Ayllón .

1422: D. Álvaro toma prisionero al infante Enrique por su insubordinación y rebeldía al apresar al Rey e ingresa en prisión fuertemente custodiado. El Rey ordena que sus bienes y los de los nobles afines sean confiscados y repartidos entre los nobles leales ( para ejemplo y escarmiento de quienes quisieran tomar de ello la debida lección) por lo que es fácil de imaginar que a D. Álvaro le tocaría la mayor parte. 1423: Fue el año de las grandes recompensas para D. Álvaro. Fue nombrado Condestable de Castilla y León con mando absoluto en todos los ejércitos del reino. Fue exactamente el 10 de Diciembre de 1423. Se celebró el acontecimiento con numerosas fiestas como relata Gonzalo Chacón en su biografía. Fue un año de calma y bienestar inhabitual.

José Serrano en El Condestable destaca que ”además de este título se le dieron otros como el de Camarero Mayor de la Cámara de Paños y el de Notario Mayor del Reino. Estos títulos aparecen eclipsados por el de Condestable pero tenían una extremada importancia. El cargo de Camarero Mayor de la Cámara de paños requería de la persona que lo ostentaba la máxima confianza por parte del Rey. Era su misión la de encargarse de las intimidades del Monarca en los aspectos más diversos tales como cuidar y vigilar la habitación donde dormía, comprobar el estado de su cama, el de las ropas interiores y exteriores de su vestido así como la custodia y atención de los escritos y documentos que sólo debe conocer el Rey.

También era misión suya controlar el dinero de las arcas reales. Entre las competencias adheridas al cargo en el segundo de los títulos (Notario Mayor del Reino) estaba la de controlar el contenido de las cartas dirigidas o enviadas en nombre del Rey, y guardar el sello.” 1425: Durante estos últimos tiempos, al estar en prisión el infante Enrique, Castilla vivió un periodo de calma y tranquilidad. Embajadores del reino de Aragón realizan numerosas gestiones con D. Álvaro para que éste interceda ante el Rey a fin de conseguir la libertad del Infante (se le ofrecen a D. Álvaro algunas posesiones en Aragón si interviene). D. Álvaro declina recibir nada a cambio en una muestra de honradez, no siendo ello óbice para interceder con éxito por su libertad, la cual consigue en este mismo año. Pero una vez libre el Infante, enseguida conspira nuevamente contra Juan II con sus hermanos los Reyes de Navarra y Aragón y algunos nobles.
Nace Enrique IV hijo de Juan II.

1427 Llega el propio Infante a conseguir el destierro de D. Álvaro retirándose éste a su villa de Ayllón, observando desde allí cómo el caos se apodera de Castilla y recibiendo de vez en cuando a emisarios de la Corte que le solicitaban consejo sobre cómo resolver los problemas que se iban acumulando en su ausencia.
D.Fadrique Enríquez (conde de Trastámara y Duque de Arjona) toma partido por los Infantes de Aragón en la lucha que éstos mantienen contra Juan II y el Condestable.

1428. Meses después el Rey y los mismos que le desterraron, le piden o mejor le ruegan hasta en tres ocasiones, que regrese. Pero él está cansado de los vaivenes de la Corte y piensa seriamente en alejarse de tanta insidia, si bien su amistad con el Rey le impide dejarle solo en estos difíciles momentos. Sabe que el Rey es de carácter débil. Así lo hace y toma algunas medidas drásticas para salvar el reino (los nobles creían que D. Álvaro retornaría dócil del destierro, pero se equivocaron). Había que vaciar la corte de tantos altos cargos, prelados y otros vividores que sólo gestaban mal ambiente y gastos desmesurados. Estas decisiones, políticamente incorrectas como diríamos hoy, empezaron nuevamente a crearle enemigos. Y así D. Enrique siguió como instigador y a la expectativa para caer sobre D. Álvaro Ya se sabe aquello de: ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Sin embargo, en todo el reino se había creado un gran estado de júbilo con la vuelta de D. Álvaro.

Los Reyes de Navarra y Aragón con más de 3000 hombres se adentran en tierras de Castilla. Llegado esto a los oídos de Juan II no sabe cómo reaccionar, pero D. Álvaro logra reunir en escaso tiempo unos 2000 hombres y sale al encuentro para enfrentarse en batalla esperando que en el trayecto se le uniesen más hombres. Finalmente, cuando ya están frente a frente en Cogolludo, la intervención de la Reina Doña María de Aragón evita la contienda y el ejército navarroaragonés se retira a sus dominios, seguido muy de cerca por las huestes de D. Álvaro para evitar que hiciesen daño a ninguna población fronteriza castellana por la que pasasen.

1429: Las tropas navarroaragonesas seguían conspirando y realizando movimientos dudosos cerca de la frontera, lo que llegó a oídos de Juan II que preparó un importante ejército para salir al frente. D. Álvaro, para hacerse respetar, penetra con estas fuerzas seis leguas más allá de la frontera en algunas zonas de Aragón, causando importantes destrozos. No está en la mente de D. Álvaro atacar los reinos de Navarra y Aragón, sino hacer una demostración de fuerza y valor para disuadir a éstos de hacer más incursiones en tierras que no les son suyas.

Al regreso, estando en Medinacelli, se entera D Álvaro que el Infante Enrique ha llegado hasta Extremadura y se encontraba en aquellas tierras haciendo daño y saqueando villas y aldeas en la comarca de Trujillo. Organiza D. Álvaro la defensa de la línea fronteriza de Castilla con Aragón dejando hombres en puntos estratégicos y se dirigen a Peñafiel. Piensa el Rey que no es interesante desplazarse hasta Extremadura y alejarse tanto de las fronteras de su reino, con el peligro que eso entraña, a pesar del deseo que tiene por enfrentarse al Infante, por lo que pidió ayuda a distintos nobles castellanos para que fuesen ellos quienes se desplazasen, pero todo fueron excusas, no encontrando apoyo y siendo nuevamente su única tabla de salvación la de su leal servidor el Condestable D. Álvaro de Luna. Los apoyos que no había encontrado el Rey los encontró el propio D. Álvaro en numerosos nobles castellanos y hombres de armas.

Enrique de Aragón se mueve por Extremadura y D. Álvaro no duda en ir allí conquistando incluso Trujillo. En ese mismo año se ocupan varias posesiones del rey de Navarra. Durante estos años, el Infante Enrique y otros poderosos le habían hecho a D. Álvaro importantes ofertas para alejarlo del lado del Rey, pero ni siquiera eran escuchadas ya que su lealtad al Rey era inquebrantable. Se había criado a su lado y esos lazos eran para él un cordón umbilical imposible de romper por su parte. D. Fadrique Enriquez, duque de Arjona, es hecho prisionero y encarcelado por haberse sublevado contra Castilla. Su vida licenciosa y plena de desmanes colabora en su sentencia de muerte un año después. Cuenta de él un romance lo siguiente:

De vos el Duque de Arjona
Grandes querellas nos dan
De que forzáis las mujeres
Casadas y por casar
Que les beviades el vino
Y les comiades el pan
Que les tomays la cebada
Sin se la querer pagar………

1430: Juan II pide a D. Álvaro el regreso a la Corte para reorganizar de nuevo su ejército y marcharse a atacar al Rey de Aragón. Hecho esto salieron hacia tierras aragonesas. Hicieron una primera noche en Garray (cerca de Soria) y luego en Almajano, Estando en esta localidad recibió Juan II a unos emisarios con propuestas de paz de los Reyes de Navarra y Aragón que enterados de las intenciones de Juan II quisieron evitar el enfrentamiento. Llegan al acuerdo de firmar una tregua por 5 años. Esta situación es del agrado de Juan II, pues ello estabilizaría las fronteras y le permitiría dedicarse a la guerra con los moros en el reino de Granada ,que era uno de sus anhelos.

Se firman las llamadas Treguas de Majano (realmente se firmaron en Almajano) el 16/6/1430 (algún historiador habla del 25) por las que Castilla, Navarra y Aragón firman la paz significando un completo éxito toda la negociación llevada por D. Álvaro y favoreciendo a Castilla los acuerdos firmados. Se marca, como he dicho anteriormente, una duración de 5 años y se establece un órgano de control con 7 jueces por cada bando, estando los 3 reyes sometidos al dictamen de estos jueces. Los jueces castellanos quedaron establecidos en Ágreda como lugar fronterizo. Conseguida esta paz D. Álvaro se dedica a visitar sus posesiones para informar en persona de la nueva situación creada y tranquilizar así a sus moradores, a la vez que captaba personal para la nueva empresa que se avecinaba: la guerra de Granada.

1430: D. Álvaro ya viudo se casa con Doña Juana Pimentel.

Gracias por leerme
luismgon

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