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domingo, 31 de enero de 2010

DON MANUEL DE CASTILLA Y SUABIA.


Manuel de Castilla y Suabia (Carrión de los Condes, (1234 - 1283); Infante de Castilla y León, hijo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, y de la reina Beatriz de Suabia. Señor de Elche, Villena, Escalona, Peñafiel, Santa Olalla, Agreda, Roa, Cuéllar, Chinchilla, Aspe y Beas. Desempeñó los cargos de Alférez del rey (1258-1277), y Mayordomo mayor (1279-1282), durante el reinado de Alfonso X el Sabio, así como el cargo de Adelantado Mayor de la Frontera del reino de Murcia.
Fue hermano de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, y padre de Don Juan Manuel. Del infante Manuel de Castilla descienden los miembros de la Casa de Manuel de Villena. Por parte paterna era nieto de Alfonso IX de León y de Berenguela I de Castilla, reina de Castilla, que renunció al trono que había recibido por la muerte de su hermano Enrique I de Castilla, siendo ambos hermanos hijos del rey Alfonso VIII de Castilla. Por parte materna era nieto de Felipe de Suabia, rey de Romanos y duque de Suabia, y de Irene Ángelo, hija de Isaac II Ángelo, emperador del Imperio Romano de Oriente.

El infante Manuel nació en la ciudad palentina de Carrión de los Condes en 1234, siendo el más joven de los hijos varones habidos entre Fernando III el Santo y Beatriz de Suabia. En 1259 viajó a Italia, formando parte de la embajada enviada por Alfonso X el Sabio al papa Alejandro IV, quien aconsejó al rey Sabio que no fuese él personalmente. El propósito de la embajada era obtener el apoyo del pontífice para el Fecho del Imperio. Estuvo presente en las Cortes de Sevilla de 1261. El 25 de abril de 1262 Alfonso X le hizo entrega de las villas de Elche, Crevillente, Aspe, y del Valle de Elda, al tiempo que le nombraba Adelantado Mayor de la Frontera del reino de Murcia.

El día 12 de marzo de 1266 se firmaron en Sevilla las capitulaciones matrimoniales del infante Manuel, viudo de su primera esposa, con Constanza de Bearne, al tiempo que se firmaban las del hijo del infante Manuel, Alfonso Manuel, con Guillerma de Montcada, hermana de Constanza de Bearne, e hijas ambas de Gastón VII de Bearn, vizconde de Bearn. Sin embargo, ninguno de los dos matrimonios llegó a celebrarse. Durante la revuelta nobiliaria de 1272-1273 contra su hermano Alfonso X el Sabio, ayudó al monarca a negociar con los rebeldes, aconsejándole a su hermano que pactase con ellos. En 1275 falleció en Montpellier su hijo primogénito, Alfonso Manuel, cuando regresaba de un viaje en el que había acompañado a Europa a su tío Alfonso X el Sabio.

En 1275 falleció el infante Fernando de la Cerda, heredero de Alfonso X el Sabio, iniciándose a continuación en todo el reino de Castilla y León un debate en el que unos se mostraban partidarios de que, a la muerte de Alfonso X, debía ser sucedido en el trono por su hijo mayor, el infante Sancho, y por otra parte, los que sostenían que debía ser sucedido por su nieto Alfonso de la Cerda, hijo del infante Fernando de la Cerda y menor de edad entonces. En 1276, encontrándose en Burgos, el infante Manuel apoyó ante su hermano el rey los derechos del infante Sancho.
El infante Manuel estuvo presente en la Asamblea de Valladolid, celebrada el día 20 de abril de 1282, en la que se despojó de sus poderes a Alfonso X el Sabio, y se le concedieron a su hijo el infante Sancho, siendo el infante Manuel el encargado de pronunciar la sentencia contra su hermano el rey, cuya principal causa era la ejecución en 1277, por orden de Alfonso X, del infante Fadrique de Castilla, hermano de ambos.

Falleció en la localidad de Peñafiel, situada en la provincia de Valladolid, el día 25 de diciembre de 1283, no sin antes demandar para su hijo Don Juan Manuel la protección del futuro Sancho IV el Bravo, rey de Castilla y León.
En 1261 el infante Manuel y su primera esposa, la infanta Constanza de Aragón, ingresaron como familiares en la Orden de Santiago y decidieron sepultarse en su Casa Madre, el Monasterio de Uclés, situado en la provincia de Cuenca.

El propósito del infante Manuel era fundar una capilla y dotarla con cuatro capellanes en el Monasterio de Uclés, y recibir allí sepultura junto a su esposa. Sin embargo, está documentado que la capilla no llegó a construirse nunca, y a la muerte de los dos infantes, sus cadáveres recibieron sepultura, junto con el de su hijo Alfonso Manuel, fallecido en 1276, en el Altar mayor de la iglesia del Monasterio de Uclés, en el lado del Evangelio, en una sepultura rasa colocada en el hueco de la pared del presbiterio.

Posteriormente, es posible que los sepulcros de los infantes fueran retirados del Altar Mayor y, según algunas fuentes, hoy día se encuentran en la cripta situada debajo del templo, permaneciendo allí sin identificar, al igual que los restos de varios personajes notables que se encontraban sepultados en la cripta. No obstante lo anterior, es posible que los sepulcros fueran destruidos durante la Guerra de la Independencia, cuando el Monasterio de Uclés fue desvalijado por las tropas francesas.

En el Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos existe un sepulcro que la tradición atribuye al infante Manuel de Castilla, hijo de Fernando III el Santo. No obstante, en realidad ese sepulcro contiene los restos del infante Pedro de Castilla y de Molina, hijo de Sancho IV el Bravo y de la reina María de Molina, fallecido en 1319.

El infante Manuel contrajo matrimonio en dos ocasiones. En 1260 contrajo matrimonio en la ciudad de Calatayud con Constanza de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador, rey de Aragón. Fruto de este primer matrimonio del infante nacieron tres hijos: Constanza Alfonso Manuel que murió en la infancia. Alfonso Manuel (1260 - 1275); futuro heredero de las posesiones de su padre, falleció cuando acompañaba a su tío Alfonso X el Sabio a su viaje a Europa Fue sepultado junto a sus padres, el infante Manuel y la infanta Constanza, en el Monasterio de Uclés. Violante Manuel (1265 - 1314); señora de Elche y Medellín. Contrajo matrimonio en 1287 con el infante Alfonso de Portugal, hijo de Alfonso III de Portugal y de Beatriz de Castilla, hija de Alfonso X el Sabio. Fue sepultada en el Monasterio de Santo Domingo de Lisboa junto a su esposo.

Se desposó por segunda vez en 1274, con Beatriz de Saboya, hija de Amadeo IV de Saboya, conde de Saboya. Fruto de esta unión nació: Don Juan Manuel (1282 - 1348); señor de Peñafiel y de Villena. Heredero de las posesiones paternas, fue Mayordomo mayor de Fernando IV el Emplazado y tutor de Alfonso XI el Justiciero durante su minoría de edad. A su muerte fue sepultado en el Convento de San Pablo de Peñafiel, que él había fundado.

Fruto de diversas relaciones extramatrimoniales del infante Manuel nacieron los siguientes hijos: Sancho Manuel (1283 - 1345), señor del Infantado y de Carrión de los Condes. Contrajo matrimonio con Beatriz de Castañeda y posteriormente con Juana de Aragón. Fernando Manuel de Castilla, Enrique Manuel de Castilla, Blanca Manuel de Castilla.

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luismgon

jueves, 14 de enero de 2010

EL POZO DE LAS SIETE BOCAS (La gallina de los huevos de oro)


El nombre no guarda o no tiene que ver con esta definición, pues a lo que siempre se le ha conocido como El Pozo de las Siete Bocas, no es ni mas ni menos que un aljibe el cual tiene 5 bocas, ahora eso si su construcción es de una belleza impresionante, ya que es una gran bóveda árabe, de hecho el Castillo tiene 3 aljibes.

Todos los aljibes seguían una tradición milenaria siendo parte importante para el abastecimiento de tropas, población y caminantes. Los del Castillo con la incorporación del abastecimiento de agua a los inmuebles quedaron paulatinamente inutilizados.

Como lugares de almacenamiento de agua, sin duda los aljibes son una de las estructuras más construidas a lo largo de la historia para recoger y acumular el agua de lluvia. Tras horadar el suelo en profundidad este pozo se revestía de ladrillo y argamasa y se impermeabilizaba con una mezcla de cal, arena, óxido de hierro, arcilla y resina de lentisco. Son semisubterráneos y con una abertura rectangular para la respiración del agua y su ventilación.

Lo que sí es cierto es que se construyeron varias conducciones de agua desde las fuentes de la zona de la Sierra de Gredos, las cuales hoy por hoy están derruidas, ya sea porque estaban en el paso del pueblo y a raíz de hacer nuevas casas o construcciones, se hicieron captaciones las cuales una vez localizadas, no se les ocurrió otra cosa que desescombrar sobre ellas para después hacer los cimientos de las nuevas viviendas, quedando dichas conducciones cegadas, lamentablemente es así, quedando esta parte de construcciones masacrada.

Son varias las leyendas o fabulas que rodean al denominado Pozo de las Siete Bocas, normalmente las leyendas se repiten en distintos lugares. Suelen ir acompañadas de una enseñanza, una moraleja, y a veces sirven para avisar de un peligro o difundir la historia de un escarmiento.

Una de las leyendas más absurdas e imposibles, pero no por ello deja de ser interesante, se da aquí en Escalona, la cual paso a escribir aquí:

Su inmenso Castillo posee uno de los patios de armas más grandes del mundo, en el se encuentra el “pozo de las siete bocas”, que en realidad como he comentado con anterioridad corresponde a un aljibe que tiene cinco bocas, con distintos usos y construido bajo la dominación musulmana, Unas comunicaban el Castillo con diferentes casonas del pueblo, otras se pierden entre la humedad y los escombros, el caso que ninguna guarda oro suficiente más que el de la muelas de algún lugareño de Escalona.

Los ancianos del lugar cuentan a sus nietos que en una de esas aberturas se encuentra el tesoro de la “gallina de los huevos de oro”, cabe decir que la leyenda anima a los críos a asomarse al vacio más que a preservarles del peligro. Si bien la existencia de tal tesoro es imposible, ¿Cuál es la razón para que esta leyenda fuese creada y de una manera tan burda?

Final de los años de la dominación francesa en la guerra de la independencia. La rebelión del 2 de mayo en Madrid había despertado al pueblo de su letargo, el ejército francés de Napoleón, tenía un serio problema con el maleducado pueblo español que se negaba a aceptar la luz que ellos portaban. De hecho, un ejército rebelde español, desorganizado y mal pertrechado se estaba formando en el sur, dispuesto a plantar cara al imbatido y glorioso brazo de hierro francés.

Los franceses, recibieron orden de reagruparse para cerrar el paso al norte por Bailen. Las tropas del general francés se reagruparon y bajando desde Ávila llegaron a Escalona, donde el rio Alberche freno en seco el avance del invasor, aquel perdido pueblo de Toledo no tenia puente capaz de resistir el paso de la pesada artillería francesa, y sus pesados carros de munición.

El general francés tenía pocas opciones: cruzar por el puente existente, maderas centenarias carcomidas que apenas resistían el peso de un carro tirado por bueyes, esperar que el rio bajase, con un lecho arenosos poco fiable, o dar un rodeo de muchos kilómetros hasta encontrar un vado natural, el ejercito francés opto por las mas razonable e iluminada opción a punta de bayoneta se obligo a los escaloneros a desmontar artesonados y viguería del castillo, con la que construir un puente solido sobre el rio.

A punta de bayoneta nadie trabaja contento, y menos un pueblo sometido que busca excusa para morder el pie que le domina, trabajando para un ejército que se dispone a aniquilar a sus compatriotas, y además, el pueblo sabia que sin tejados ni techos el anciano Castillo se vería agonizante en pocos inviernos.

Por aquel entonces el cura párroco reunió a los mayores del pueblo, les adiestro en cómo debían contar a sus nietos, la historia de un gran tesoro guardado en el “pozo de las siete bocas” del Castillo, todo esto adornado con un aire infantil, tenían que contar un cuento que el mismo invento, decía que había una gallina que todas las noches ponía un huevo de oro, (ya sabemos que cuando se les cuenta un cuento a los niños terminan por exagerarlo, y claro ya no ponía un huevo de oro si no que ponía dos, ya no era una gallina si no que ya habían varias que ponían huevos de oro).

Así hasta que llego a odios de los invasores franceses, los cuales ya sea por codicia o por avaricia decidieron investigar el asunto, pero e aquí la sorpresa que los partisanos los esperaban escondidos entre las columnas del dicho pozo, todas las noches los más valientes del pueblo accedían al Castillo por una de las bocas, esperando que algún soldado u oficial francés asomase en busca del oro, y claro cuando bajaba algún francés los pasaban por cuchillo.

Comprobando el capitán francés que estaba al mando de las tropas francesas en la villa, que cada día le desaparecía algún soldado y enterándose de la Historia, pensó que efectivamente existía esa gallina, así que decidió comprobarlo el mismo

Tras dos noches de vela infructuosa, apareció un farol de luz tras el cual había un hombre embozado, y una tras otra estudio todas las bocas de dicho pozo, por la más accesible descendió hasta una habitación abovedada, donde tras los escombros y columnas, agazapados se escondían la partida de partisanos. Era el capitán francés que esa misma noche bajo al pozo, pero el bajo con su arma reglamentaria, una vez dentro vio una sombra y disparo, con tan mala fortuna que mato al partisano más joven del grupo, gritos en francés y en español, metales que tintinean, compañeros que huyen, enemigos que se acercan, en aquellos segundos que me parecieron eternos decidí servir a mi patria, como un toro embestí al francés, casi encima pude ver el bonito y amanerado uniforme del capitán, a pesar del sable entrando en mi pecho, en mi boca la sonrisa de satisfacción, y en un eterno abrazo arrastre a aquel desgraciado al abismo… no se cuanta fue la caída, cuando recupere la noción me sentí ligero, casi de aire, sin dolor, ante una escena de mi cuerpo abrazado y sonriente al de aquel capitán francés, mas sediento de oro que de gloria, y aun así estamos, abrazados, su alma en el infierno, la mía condenada a la soledad del pozo.

Después me entere que Bailen fue la primera derrota francesa, me alegro, así hubiesen mil Bailenes para ellos, mientras la leyenda se sigue contando, se olvidaron los motivos que la crearon, y aunque ponga en peligro a los críos generación tras generación, no os preocupéis ninguno de ellos caerá al pozo, al menos mientras mi alma este aquí para avisarles…

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luismgon

Juana de Castilla o (Juana la loca)


Quiero hacer honor a uno de mis personajes favoritos de la historia española, opino que siempre se la cuenta como una anécdota de la historia, como aquella reina loca o extravagante, pero opino que la gente se olvida de que la reina conocida como Juana la loca vivió una época muy importante de España y también escribió parte de ella, aunque lo que mas destaca en su biografía sea su pasión enfermiza por Felipe.

Cuenta la tradición que Juana I de Castilla (1479-1555), mas conocida como Juana la Loca, enloqueció de amor, aunque mas que de amor debería decirse de celos. Ella se ganó su apodo a pulso, aunque siempre hubo quien la defendió y acreditó que todo lo que decía era razonable.

En 1496, cuando tenía dieciséis años, Juana se casó con el archiduque Felipe (1478-1506), primogénito del emperador alemán Maximiliano I y de Maria de Borgoña. Hubo que adelantar la boda porque ambos querían meterse en la cama nada mas conocerse el 21 de agosto de 1496. Juana era una convencida humanista que quería suprimir la Inquisición. Al principio a él le gustaba el ardor de ella, pero pronto se acabó cansando y buscó nuevas aventuras. Juana empezó a perder la razón y el flamante marido estaba algo atemorizado por sus excesos. A principios de 1502 aparecieron los primeros síntomas de enfermedad mental.

A pesar de que había sido educada con esmero y era una mujer culta que hablaba cinco idiomas, Juana no estaba destinada a ser reina. Se convirtió en heredera de los reinos de Castilla y Aragón tras la muerte de sus hermanos Juan (1497) e Isabel (1498) y de su sobrino Miguel (1500). Fue reconocida por las Cortes en 1502. Tuvo varios hijos: Leonor (1498), Carlos (1500), Isabel (1501), María (1505) y Catalina (1507). Por vigilar a su marido, que era bastante propenso a la infidelidad, tuvo a su primogénito Carlos en un retrete.

Entre las rarezas de Doña Juana se cuenta que cuando embarcó con Felipe camino de España el 8 de enero de 1506, se negó a subir al barco si en su comitiva había otra mujer. El asunto se zanjó embarcando a las mujeres de la corte a escondidas. La costumbre de los reyes era abstenerse de tener relaciones sexuales cuando el embarazo estaba en sus últimos meses. Las reinas solían disculpar las distracciones que buscaban fuera de casa sus maridos, pero Juana no estaba dispuesta a esto y reprendió a su esposo por no atender sus necesidades en la cama. Juana alternaba períodos de aislamiento con arrebatos inesperados de ira y pasaba noches enteras en vela y días sin comer.

Cuando Felipe murió, el 25 de Septiembre de 1506, del corte de digestión provocado por beber agua helada después de un partido de pelota, la reina hizo que instalaran el cadáver en una dependencia de clausura para que ninguna mujer pudiera verlo.

Cada día visitaba a su esposo y abría el ataúd con la llave que llevaba al cuello. El cadáver estaba mal embalsamado y se fue descomponiendo hasta que quedó una piltrafa humana y un penetrante olor. Finalmente la reina accedió al traslado. Juana paseó por media España el cadáver de su marido para enterrarle en Granada junto a los restos de Isabel la Católica. Embarazada de ocho meses, andaba durante las frías noches de diciembre de 1506 siguiendo el cortejo que transportaba los restos de Felipe. Al cuello, colgada de una cinta negra, seguía llevando la llave que abría el féretro.

De ahí la leyenda de que todavía se la ve vagar con el cadáver de su esposo. Tuvo que pararse en Torquemada por culpa de los dolores del parto, pero no quería colaborar en el nacimiento de su hija porque su padre no iba ya a verla. El desequilibrio de Juana hizo que Fernando asumiera de nuevo el gobierno de Castilla.

En 1509, a los treinta años de edad, Juana de Castilla, hija de Isabel la Católica y Fernando de Aragón, heredera del mayor imperio del mundo, es encerrada en la tenebrosa fortaleza de Tordesillas. Viuda de Felipe el Hermoso, a quien amó con locura, permanecerá cruelmente recluida durante mas de cuarenta y seis años vigilada por su propio hijo, Carlos V. Acudieron a rescatarla los comuneros, que la reclamaban como legítima reina de Castilla, pero como entre sus muchas manías estaba la de no firmar un papel no hubo forma de que autorizara nada. "Loca de amor" es la cautivadora crónica novelada de un período repleto de intrigas, conspiraciones, alianzas y guerras. También es un emocionante retrato psicológico de una mujer martirizada por su familia. Una versión realista y humana de la enigmática archiduquesa condenada a mantenerse al margen de uno de los períodos más intensos de la historia de España.

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luismgon

lunes, 11 de enero de 2010

Doña Beatriz Pacheco


Dña. Beatriz Pacheco, hija bastarda del Maestre de Santiago e Marqués de Villena, D. Juan Pacheco, que era una varonil mujer, de grande esfuerzo, y era de la parcialidad del rey de Portugal" Beatriz Pacheco era la primera hija ilegítima del D. Juan Pacheco con Dña. Catalina Alfón de Lodeña. De carácter varonil y belicoso, continuó la línea política de su padre, quien la había casado con Rodrigo Portocarrero, con objeto de recuperar para la familia su antiguo condado de Medellín. Sólo conociendo la biografía de su padre, se puede entender el fuerte carácter y determinación de esta mujer que toma partido a favor de la Beltraneja, frente a Isabel la Católica.

Juana "la Beltraneja" era hija del rey Enrique IV conocido en la historia como "el Impotente". Dña. Juana tenía el sobrenombre de "la Beltraneja" por decirse que no era hija del rey, sino de un caballero de la corte -D. Beltrán de la Cueva-. Lo cierto es que la sucesión de Enrique IV provoca una guerra civil en Castilla entre Dña. Juana y Dña. Isabel "la Católica" -hija y hermana del rey respectivamente-. Entre las estrategias de apoyo a la causa de Dña. Juana estuvo su matrimonio con el rey D. Alfonso de Portugal. (Dña. Isabel ya se había casado con D. Fernando con lo que obtenía el respaldo de Aragón). En este apoyo de Portugal a las aspiraciones de la Beltraneja a la corona de Castilla, Medellín ocupaba un lugar estratégico de primera importancia.

El posicionamiento de Dña. Beatriz a favor de la causa de la Beltraneja es continuación de una clara trayectoria familiar. Su padre, D. Juan Pacheco, se opuso al matrimonio de Isabel y Fernando. Y quizá no sólo por la pérdida de influencia política sobre Isabel, sino también por el peligro de que D. Fernando de Aragón decidiese ejercitar sus legítimas aspiraciones al marquesado de Villena que perteneció a su familia.

También heredaría la oposición a la reina católica el hijo legítimo de D. Juan Pacheco, D. Diego López Pacheco, quien la mantendría hasta el 1 de Marzo de 1480 en que, en el castillo de Belmonte, se firman las capitulaciones entre la reina Isabel y el marqués D. Diego.

Muerto el primer conde de Medellín, don Rodrigo Portocarrero, se produjo una singular pugna sobre quien debía ostentar el condado de Medellín: su hijo, D. Juan Portocarrero, o su viuda, Doña Beatriz. El hijo porfiaba ser el legítimo heredero del condado paterno, mientras Dña. Beatriz se apoderó del título, fundamentando sus aspiraciones en la anterior posesión de Medellín por su padre. Para conseguir su propósito, no dudó en encerrar en la torre norte del Castillo a su propio hijo, dando lugar a la leyenda del II Conde de Medellín.

La disputa alcanzó tal dimensión que llegó a plantearse ante la Corona. Una Cédula Real de la recién coronada Isabel I de Castilla ofrecía dictamen favorable a los intereses de D. Juan. No obstante, Dña. Beatriz no acata el dictamen y mantiene a su hijo encerrado ofreciendo el apoyo del condado de Medellín a la causa de la Beltraneja.

Como parte de sus campañas, la condesa de Medellin se puso de acuerdo con El Maestre don Alonso de Monroy para recuperar algunas villas y castillos del Maestrazgo, entre ellos Castilnovo, (Villanueva de la Serena) usurpados por don Juan de Zúñiga. En 1477, después de enérgica, pero breve resistencia, invadieron Villanueva, ocasionando varios estragos. Entre otros derribaron casi en su totalidad los muros de la villa. El resultado fue la intervención militar de Isabel y Fernando, el cerco de Medellín y la rendición y toma del castillo.

Cuando la causa de los Reyes Católicos resulta triunfadora, tras la batalla de Toro (1476), los Pacheco son desposeídos de la mayor parte de sus posesiones y Dña. Beatriz es obligada a aceptar el dictamen que resolvía la pertenencia del Condado de Medellín a favor de su hijo. A su muerte fue enterrada en el monasterio de Santa María del Parral de Segovia, mandado construir por su padre.

En 1798, a la muerte sin hijos de Felipe López Pacheco, XII Marqués de Villena, le sucederá en el título su sobrino Diego Fernández de Velasco, XIII Duque de Frías, incorporándose así el marquesado de Villena a la Casa de Frías. Hasta bien entrado el siglo XVIII los marqueses de Villena son los señores efectivos de la villa, poniendo Corregidor en ella y cobrando las alcabalas.

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luismgon

Don Diego López Pacheco Duque de Escalona


Marqués de Villena, conde de Xiquena y duque de Escalona) (1640-1642)

Este personaje pertenecía a una de las familias más aristocráticas de España. Era gente de armas y de letras, educado en la Universidad de Salamanca y sirvió en los Tercios españoles en donde llegó al grado de coronel de infantería.
Era joven, alegre y le gustaban las fiestas y diversiones. Recibió las órdenes para venir como virrey en enero de 1640; llegó a Veracruz a fines de junio del mismo año, pero allí se entretuvo por los festejos con que fue recibido, haciendo su entrada ceremonial en México hasta el 28 de agosto.

Diego López Pacheco, segundo del nombre e hijo primogénito del segundo matrimonio de su padre con doña María Portocarrero, fue vecino de Toledo, segundo Marqués de Villena, segundo Duque de Escalona, Pretenso Maestre de Santiago, Capitán General en la guerra de Granada (donde fue herido) y Señor de los grandes estados de su casa. Se halló en las capitulaciones que se hicieron con los moros al entregar éstos la ciudad de Granada.

Y por privilegio Real otorgado en aquella vega el 4 de Diciembre de 1491, le hicieron merced los Reyes Católicos de las villas de Serón y Tíjola y sus tierras, cesando en el título de Marqués de Villena por haberlo incorporado a la Corona aquellos Monarcas, a pesar de las diligencias que don Diego López Pacheco hizo para que le fuera restituido. Pero aunque los Reyes Católicos no accedieron a esa restitución, los Señores de esta casa siguieron usando entre sus títulos honoríficos el de Marqués de Villena.

El repetido don Diego casó dos veces: la primera, en tiempos del Rey don Enrique IV, con doña María de Luna, Condesa de San Esteban de Gormaz, llamada Juana de Luna en algunas memorias por confundirla con la primera mujer de su padre (hija de Juan de Luna, segundo Conde de Santistesteban, y nieta de Condestable don Alvaro de Luna), y la segunda vez, con doña Juana Enríquez, vecina de Toledo (hija de Alonso Enríquez, tercer Almirante de Castilla y Conde de Melgar, y de su mujer la Condesa doña María de Velasco).

Por este segundo casamiento, los Reyes Católicos hicieron a los contrayentes nueva merced y confirmación del señorío de Escalona, ratificándoles el título de Duques de dicha villa.

Del primer matrimonio de don Diego López Pacheco con doña María de Luna nació: Juan Pacheco de Luna, que fue tercer conde de Santisteban. Aunque murió sin sucesión, quedó incorporado a esta casa de Pacheco el Condado de Santisteban. Además de los hijos tenidos don Juan Pacheco en sus matrimonios, tuvo otros frutos de su relación con Dña. Catalina Alfón de Lodeña. Entre ellos destaca, la hija mayor, de esta unión, la varonil Dña. Beatriz Pacheco, que llegaría a ser Condesa de Medellín.

En Veracruz se dio cuenta de la imperiosa necesidad de reforzar la Armada de Barlovento, ante la presencia constante de barcos corsarios. Intensificó la construcción de naves de guerra, fundición de cañones y hechura de municiones, aparejos y pólvora y obtuvo que buques de línea de las bases de La Habana y Cartagena pasaran a formar parte de dicha armada.

Desgraciadamente los sucesos y las intrigas perjudicaron mucho al virrey, ya que en Portugal se produjo una sublevación para separarse de España y ocurrió que el duque de Braganza encabezara dicha revuelta alzándose como rey de Portugal. Braganza era primo hermano del virrey, por lo que sobre éste inmediatamente recayeron sospechas insidiosas de que quería levantarse con la Nueva España en apoyo de los portugueses.

El virrey, para hacer desaparecer la murmuración, hizo que los portugueses residentes en Nueva España se presentasen ante las autoridades para ser vigilados estrechamente, pero ni esta medida dio resultado; las intrigas y sospechas siguieron y aumentaron.

El obispo don Juan de Palafox y Mendoza, quien tenía cierta amistad con el virrey puesto que viajaron juntos de España a Veracruz, fue quien encabezó las acusaciones en calidad de visitador real. Palafox, que era titular del obispado de Puebla y residenció al virrey marqués de Cadereyta, se prestó a servir de instrumento a la Audiencia de México, a los ricos comerciantes y al populacho, para acusar insistentemente al virrey marqués de Villena de tener nexos con los rebeldes portugueses.

El 9 de junio de 1642 el arzobispo Palafox hizo rodear el palacio con guardias, a la medianoche, notificándole al marqués de Villena que había cesado en el cargo, que el propio arzobispo asumía para seguridad del reino con el embuste de que tenía las órdenes en la mano, las que nunca mostró. El virrey se retiró al convento de Churubusco y de allí a San Martín Texmelucan, en donde estuvo algunos meses tratando de arreglar asuntos personales puesto que el arzobispo-virrey, arbitrariamente, hizo que le fueran confiscados sus bienes y vendidos en pública subasta.

Aprovechó la salida de una flota hacia España y embarcó en Veracruz, Se presentó en la Corte, fue recibido por el rey quien le dio la razón en sus quejas y quiso reponerlo en el gobierno de la Nueva España, pero Villena ya no aceptó. Se le dio en parte el dinero que había perdido con la confiscación de sus bienes y fue enviado como gobernador primero a la isla de Sicilia y después al reino de Navarra, muriendo en Pamplona el 27 de febrero de 1653.

Los reyes enviaron a Jorge Manrique como capitán de las Hermandades de Toledo, a Pedro Ruiz de Alarcón y a Pedro Fajardo, Adelantado de Murcia, a conquistarlas, y fue precisamente frente al castillo de Garcimuñoz donde Jorge Manrique fue herido de muerte, aunque su fallecimiento tuvo lugar en una población cercana llamada Santa María del Campo Rus donde tenía instalado su campamento.

En 1480 un acuerdo entre los Reyes Católicos y Diego López Pacheco dejó definitivamente conformado el señorío que incluía así el ducado de Escalona, los condados de San Esteban de Gormaz y Xiquena, el marquesado de Belmonte, los señoríos de Alarcón, Jorquera -con el puerto seco de Alcalá del Río Júcar- Castillo de Garcimuñoz, Tolox. Monda, Serón y Tijola, además de importantes rentas.

Termina la contienda y el patrimonio de Don Diego López Pacheco sufrirá una importante merma: Garcimuñoz será segregada como parte de la herencia correspondiente a una hija del segundo matrimonio del antiguo marqués, que era nieta del Condestable Don Pedro Fernández de Velasco, Doña Mencía Pacheco.

Aquí termina la importancia guerrera del Castillo de Garcimuñoz. Posteriormente seguirá siendo importante como villa principal del señorío de los Marqueses de Villena, Duques de Escalona.

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luismgon

Don Juan Pacheco ( Marques de Villena) 2ª Parte


Cuando muere Juan II (1454), toma el peso de la corona su hijo Enrique IV, el que en actuaciones bastardas se había coaligado con los infantes de Aragón en contra de su padre, ya por entonces era influido por el Marques de Villena. El Marqués se convierte en su favorito dominando el Consejo Real, plataforma que sólo utilizó para enriquecerse. Poco después (en 1449) el mismo monarca aceptaría la permuta propuesta por el marqués de Villena de la villa y castillo de Medellín por las villas de Chinchilla y Garcimuñoz, más próximas a los intereses geográficos y políticos de D. Juan Pacheco. Con ello el monarca reforzaría la configuración del territorio del marquesado de Villena. Medellín, no obstante, pasaría posteriormente, por favor real, a la familia Portocarrero.

En los primeros años de este reinado, Don Juan Pacheco fue el director casi omnímodo de los asuntos del reino, pues Enrique IV dejaba en hacer en todo lo concerniente al gobierno, abandonándolo en manos de su privado, al que da cuanto quiere: castillos ciudades, villas y rentas.

Para dar idea del poder del marqués de Villena, con ocasión de las fiestas en los esponsales de Don Enrique con Doña Juana de Portugal, en Sevilla, se celebró un torneo participando cincuenta caballeros del Duque de Medina Sidonia con otros cincuenta del Marqués. Cada uno de estos nobles llegó a mandar mas de mil caballeros.

La vida de Don Juan Pacheco, se puede resumir como la de uno de los políticos que más influyó en la historia de Extremadura, durante muchos años, dejando situados en altas posiciones a unos descendientes también de notable influencia en nuestras tierras.

A Don Juan Pacheco le ha tratado la Historia con mucha severidad, considerándole como el prototipo cauto, sin escrúpulos y siempre dispuesto a aprovechar cualquier coyuntura para el logro de sus desmedidas ambiciones, amparándose en su posición de valido y en la preponderante influencia que ejerció sobre el débil monarca. De hecho, fue nombrado por él: Conde de Xiquena, (1461) y Duque de Escalona (12 de Diciembre de 1472).

Su poder e influencia llegó en Extremadura a tal altura, que poseyó media provincia de Cáceres y otra media de Badajoz, con ciudades como Trujillo, Mérida, Medellín y cientos de castillos, aldeas y villas. En cuanto a su influencia política, era tal, que le faltó muy poco para ser padre político del Infante Don Fernando de Aragón (después Rey Católico). El historiador Víctor Balaguer afirma la existencia de unas escrituras de poder de Don Fernando, (1-5-1467), para que el Condestable Don Pedro de Peralta se desposara en su nombre con Doña Beatriz Pacheco, hija natural de Don Juan, que con el tiempo llegaría ser condesa de Medellín.

Años más tarde D.Juan Pacheco casaría a la citada primera hija ilegítima, la varonil y belicosa Dña. Beatriz Pacheco, con D. Rodrigo Portocarrero, que entre otros títulos contaba con el de Conde de Medellín. De esta manera el marqués de Villena lograba colocar a uno de sus descendientes al frente de uno de sus antiguos señoríos.

De hecho, este matrimonio fue un ejemplo de la habilidad política que manifestó en el matrimonio de sus hijos -incluidos los bastardos-. El interés, en este caso no era sólo efectuar una boda para su hija sino además, el poner de su parte el condado de Medellín que tanto apoyo podría ofrecerle en la defensa de los amenazados señoríos de Moguer y Villanueva del Fresno, de los que era titular la segunda esposa del marqués, Dña. María Portocarrero.

De la débil voluntad de Enrique IV, el marqués de Villena consiguió el señorío de Trujillo y sus tierras, sin que el Alcaide Gracian de Sesé pudiera oponerse. Al tomar posesión de este señorío es cuando ocurre su muerte, en Santa Cruz de la Sierra, el 4 de Octubre de 1.474, unos dicen que de tres secas que le dieron en la garganta y otros de esquinencia, según carta que envió Gutiérrez Cárdena al Rey Don Fernando.

Sus herederos, Beatriz en Medellín y Don Diego López Pacheco en Trujillo, continuaron la política de oposición a la Corona, hasta que Isabel la Católica les hizo entrar en la disciplina real, no sin antes haber derruido castillos y desmochado palacios.

Ese mismo año murió Enrique IV, a punto de cumplir 50 años, siendo sepultado en el Monasterio de Guadalupe, junto a su madre Doña Maria de Aragón, en donde aún se conservan los restos de ambos. La Reina Católica montó en Guadalupe su cuartel general, dispuesta a abatir el poder de los Villena y las banderías de otras familias ilustres.

En Enero de 1479 ya estaba abatido en Trujillo el orgullo de los Villena, pero sólo como figuras de primer orden, pues posteriormente este linaje se mezcló con otros distinguidos y en cuanto a Doña Beatriz, en Medellín, continuó muchos años, pero con mucho menos poder que el que tenía su padre.

Cayó en desgracia por las intrigas de los nobles, formó entonces la Liga de Burgos en 1464, e hizo declarar ilegítima a Juana, hija del rey, llamada la Beltraneja. Se caso en segundas nupcias con María Portocarrero, VI Señora de Moguer, fallecida en 1470. Después se casaría con María de Velasco, luego mujer de Beltrán de la Cueva y I duquesa de Roa.

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Don Juan Pacheco ( Marques de Villena)


Don Juan Pacheco era hijo de Alonso Téllez-Girón, nacido en 1419, tomó el apellido de su madre y llegaría a ser primer Marqués de Villena, Conde de Xiquena, Duque de Escalona, Maestre de Santiago y gran Valido del Rey don Enrique IV de Castilla, que le hizo merced de dichos títulos. Se educó y crió en el Palacio Real, al lado de dicho Monarca cuando era Príncipe.

Hijo de Alfonso Téllez Girón, desde 1440 ya servía al futuro Enrique IV, entonces príncipe de Asturias en calidad de doncel. Desde el comienzo de sus relaciones con el citado príncipe ejerció un gran dominio sobre él. Después de la batalla de Olmedo (1445) obtuvo el título de marqués de Villena, por el triunfo conseguido en dicha batalla sobre los enemigos de Álvaro de Luna. Recibió otros tantos títulos y numerosos señoríos, entre ellos el título de Duque de Escalona.

Hay que destacar la importancia de aquellos días a la famosa Batalla de Olmedo, durante el reinado de Juan II, Álvaro de Luna y distintos nobles, se produjeron una serie de enfrentamientos entre dos bandos nobiliarios. De la otra parte, los Infantes de Aragón y los nobles que los apoyaban. Se sucedían los enfrentamientos y treguas, como las de Majano. La última formada expiraba en febrero de 1445.

Se inicio entonces una guerra de desgaste, y a finales de marzo los Infantes de Aragón entraron en Olmedo, pese a la resistencia ofrecida por la villa. A comienzos de abril, el Rey Juan II instalaba su real en las proximidades. Olmedo se encontraba en poder de Juan II de Navarra mientras que en el real de Olmedo se habían celebrado cuatro días antes cortes que apoyaban a Juan II como rey de Castilla, en detrimento de los Infantes de Aragón, que habían tratado de controlarle.

El título de Marqués de Villena es concedido en 1445 por Enrique IV a Don Juan Pacheco, I Duque de Escalona, I Conde de Xiquena y Gran Maestre de la Orden de Santiago, quien fue acumulando a lo largo de su vida un importante número de títulos y señoríos. El miércoles 19 de mayo de 1445, el príncipe Enrique, futuro Enrique IV de Castilla se acerco imprudentemente a caballo a la muralla de la Villa. Entonces sus defensores salieron en su persecución.

En 1445 la situación política era complicada. Con todo ello pudo formar instituir tres mayorazgos, el primero de los cuales, junto con el título de Villena, se funda a favor de su primogénito Diego López Pacheco. Sin embargo, las actuaciones políticas de padre e hijo durante le final del reinado de Enrique IV y la guerra de sucesión de Castilla, afectaron a la composición de este gran señorío.

Los nobles no aceptaban ni la autoridad del rey ni la de su valido, Don Álvaro de Luna. Surge ahora la figura de Don Juan Pacheco, al que el príncipe heredero Don Enrique nombrará Marqués de Villena, y se convierte en el verdadero árbitro de Castilla. Hereda una gran cantidad de tierras y villas, y su poder estará muy por encima del valido Don Beltrán de la Cueva, y tanto Juan II como su hijo Enrique IV serán meros representantes del trono.

En 1449 el rey Juan II le hace una concesión: los castillos de Chinchilla y Garcimuñoz como compensación de la pérdida de Medellín, con lo que el marqués sale ganando puesto que ambos castillos están estratégicamente mejor situados. Las tropas castellanas atacaron entonces intentando repelerlas y el combate se generalizo. El bando realista se organizo en cuatro batallas. Una dirigida por Iñigo López de Mendoza y el condestable Álvaro de Luna.

Otra con el Conde de Alba al mando. Otra liderada por el príncipe Enrique, con la participación de su mayordomo Juan Pacheco y del Obispo de Cuenca Lope de Barrientos. Y una cuarta dirigida por el maestre de la Orden de Alcántara. El bando de los Infantes de Aragón contaba con el apoyo de nobles familias castellanas, como los Enríquez y los Pimentel. La batalla fue cruenta para su época, pues hubo 22 muertos y numerosos heridos.

Los Infantes de Aragón perdieron el control de Castilla por el que tanto habían luchado. Incluso, de resultas de una herida sufrida en batalla, falleció días después, en Calatayud don Enrique de Aragón el tercer ``infante sin reino.´´ Por su parte, el príncipe Enrique y su favorito Juan Pacheco saldrían fortalecidos de la crisis. Pacheco recibió el Marquesado de Villena y su hermano Pedro Girón el cargo de maestre de la Orden de Calatrava. En estos momentos Don Juan Pacheco construye una nueva fortaleza en Garcimuñoz, sobre la antigua de yeso, cuya traza se conserva actualmente.

Don Juan se puso a la cabeza de la oposición a la subida al trono de Isabel la Católica, junto al arzobispo de Toledo y Don Alfonso Carrillo, frente a los Mendoza. En esta guerra juegan un papel importante las villas de Belmonte, Alarcón y Garcimuñoz, que eran el último reducto del marquesado de Villena. Iñigo de Mendoza recibiría el titulo de Marques de Santillana. Álvaro de Luna en principio favorecido, pero pronto perdería su poder. En recuerdo de la batalla se levanto allí una ermita, con el nombre de Sancti Spiritus de Batalla.

Se casó con Juana de Luna en 1425, anulándose posteriormente dicho matrimonio. Fue Maestre de Santiago y hermano de Pedro Girón. Favorito de Enrique IV, rey de Castilla.

Casó tres veces. La primera , con doña Juana de Luna, llamada “Angelina”, prima hermana del Condestable don Álvaro de Luna e hija legítima de Fray Rodrigo de Luna, Gran Castellán de Amposta y primera dignidad de la Orden de San Juan de Jerusalén en Aragón, habida con Angelina Cerrialda.

Los primeros desposorios se efectuaron en Toledo, el 27 de Septiembre de 1435 (cuando Juan Pacheco sólo tenía catorce o quince años de edad) por iniciativa y presión del propio don Álvaro de Luna, y contra la validez de esta unión reclamó repetidamente el esposo, hasta que ganó sentencia del Vicario General de la Diócesis de Segovia, Diego Sánchez de Rivas, en 13 de Febrero de 1442, por la cual se declaró la nulidad de aquel matrimonio celebrado sin la voluntad del contrayente y con manifiesta violencia por parte del famoso Condestable y poderoso valido del rey don Juan II.

Entonces, en el mismo año de 1442, pasó Juan Pacheco a contraer segundas nupcias, cuando todavía no era Marqués de Villena, con doña María Portocarrero, última de la ilustre familia de Portocarrero y una de las más ricas herederas de Castilla y Señora de Moguer y de Villanueva del Fresno (hija de Pedro Portocarrero, cabeza y pariente mayor de toda la casa de Portocarrero en Castilla y Portugal, y de su mujer doña Beatriz Enríquez, hija, a su vez, de Alonso Enríquez, Señor de Medina de Rioseco y Almirante de Castilla). Viudo de doña María, volvió a casar Juan Pacheco, por tercera vez, en la villa de Peñafiel (Valladolid) el año de 1472, con doña María de Velasco (hija de Pedro Fernández de Velasco, segundo Conde de Haro y sexto Condestable de Castilla, y de su mujer doña Mencía de Mendoza, hermana del primer Duque del Infantado).

Del segundo matrimonio de Juan Pacheco con doña María Portocarrero nacieron varios hijos. Los tres primeros varones fueron los continuadores de las tres famosas ramas feudales “Pacheco”, “Portocarrero” y “Girón”, en los cuales instituyó don Juan tres mayorazgos. Y como dividió entre ellos sus estados, se dividieron también los apellidos en dichos tres hermanos, llamándose: Diego López Pacheco (segundo del nombre, heredero del primer mayorazgo), Pedro Portocarrero (heredado con el segundo mayorazgo) y Alonso Téllez Girón (apellidado así como poseedor del tercer mayorazgo instituido por su padre, que imponía el apellido “Girón” en memoria de su abuela paterna doña Teresa Téllez Girón, y también el de “Pacheco”, pero alternándolos en los sucesores de este mayorazgo, por lo que uno tenía que llamarse Alonso Téllez Girón y otro Juan Pacheco, y así sucesivamente. Del enlace de don Juan Pacheco con doña María Portocarrero nacieron catorce hijos.

Hijo de Alfonso Téllez Girón, desde 1440 ya servía al futuro Enrique IV, entonces príncipe de Asturias en calidad de doncel. Desde el comienzo de sus relaciones con el citado príncipe ejerció un gran dominio sobre él. Después de la batalla de Olmedo (1445) obtuvo el título de marqués de Villena, por el triunfo conseguido en dicha batalla sobre los enemigos de Álvaro de Luna. Recibió otros tantos títulos y numerosos señoríos, entre ellos el título de Duque de Escalona.

Hay que destacar la importancia de aquellos días a la famosa Batalla de Olmedo, durante el reinado de Juan II, Álvaro de Luna y distintos nobles, se produjeron una serie de enfrentamientos entre dos bandos nobiliarios. De la otra parte, los Infantes de Aragón y los nobles que los apoyaban. Se sucedían los enfrentamientos y treguas, como las de Majano. La última formada expiraba en febrero de 1445.

Se inicio entonces una guerra de desgaste, y a finales de marzo los Infantes de Aragón entraron en Olmedo, pese a la resistencia ofrecida por la villa. A comienzos de abril, el Rey Juan II instalaba su real en las proximidades. Olmedo se encontraba en poder de Juan II de Navarra mientras que en el real de Olmedo se habían celebrado cuatro días antes cortes que apoyaban a Juan II como rey de Castilla, en detrimento de los Infantes de Aragón, que habían tratado de controlarle.

El título de Marqués de Villena es concedido en 1445 por Enrique IV a Don Juan Pacheco, I Duque de Escalona, I Conde de Xiquena y Gran Maestre de la Orden de Santiago, quien fue acumulando a lo largo de su vida un importante número de títulos y señoríos. El miércoles 19 de mayo de 1445, el príncipe Enrique, futuro Enrique IV de Castilla se acerco imprudentemente a caballo a la muralla de la Villa. Entonces sus defensores salieron en su persecución.

En 1445 la situación política era complicada. Con todo ello pudo formar instituir tres mayorazgos, el primero de los cuales, junto con el título de Villena, se funda a favor de su primogénito Diego López Pacheco. Sin embargo, las actuaciones políticas de padre e hijo durante le final del reinado de Enrique IV y la guerra de sucesión de Castilla, afectaron a la composición de este gran señorío.

Los nobles no aceptaban ni la autoridad del rey ni la de su valido, Don Álvaro de Luna. Surge ahora la figura de Don Juan Pacheco, al que el príncipe heredero Don Enrique nombrará Marqués de Villena, y se convierte en el verdadero árbitro de Castilla. Hereda una gran cantidad de tierras y villas, y su poder estará muy por encima del valido Don Beltrán de la Cueva, y tanto Juan II como su hijo Enrique IV serán meros representantes del trono.

En 1449 el rey Juan II le hace una concesión: los castillos de Chinchilla y Garcimuñoz como compensación de la pérdida de Medellín, con lo que el marqués sale ganando puesto que ambos castillos están estratégicamente mejor situados. Las tropas castellanas atacaron entonces intentando repelerlas y el combate se generalizo. El bando realista se organizo en cuatro batallas. Una dirigida por Iñigo López de Mendoza y el condestable Álvaro de Luna.

Otra con el Conde de Alba al mando. Otra liderada por el príncipe Enrique, con la participación de su mayordomo Juan Pacheco y del Obispo de Cuenca Lope de Barrientos. Y una cuarta dirigida por el maestre de la Orden de Alcántara. El bando de los Infantes de Aragón contaba con el apoyo de nobles familias castellanas, como los Enríquez y los Pimentel. La batalla fue cruenta para su época, pues hubo 22 muertos y numerosos heridos.

Los Infantes de Aragón perdieron el control de Castilla por el que tanto habían luchado. Incluso, de resultas de una herida sufrida en batalla, falleció días después, en Calatayud don Enrique de Aragón el tercer ``infante sin reino.´´ Por su parte, el príncipe Enrique y su favorito Juan Pacheco saldrían fortalecidos de la crisis. Pacheco recibió el Marquesado de Villena y su hermano Pedro Girón el cargo de maestre de la Orden de Calatrava. En estos momentos Don Juan Pacheco construye una nueva fortaleza en Garcimuñoz, sobre la antigua de yeso, cuya traza se conserva actualmente.

Don Juan se puso a la cabeza de la oposición a la subida al trono de Isabel la Católica, junto al arzobispo de Toledo y Don Alfonso Carrillo, frente a los Mendoza. En esta guerra juegan un papel importante las villas de Belmonte, Alarcón y Garcimuñoz, que eran el último reducto del marquesado de Villena. Iñigo de Mendoza recibiría el titulo de Marques de Santillana. Álvaro de Luna en principio favorecido, pero pronto perdería su poder. En recuerdo de la batalla se levanto allí una ermita, con el nombre de Sancti Spiritus de Batalla.

Don Juan Pacheco es considerado como uno de los personajes más intrigantes del reinado de Enrique IV. Fomentó secretamente la liga de Tudela (1460) formada por Juan II de Aragón y diversos magnates castellanos contra Enrique IV, a la par que reveló a éste la conjura, y en última instancia participó en la entrevista de Bidasoa (1463) que zanjó las diferencias entre ambos reinos. Una desavenencia con Enrique IV, que no le concede el maestrazgo de Santiago, le puso al frente de una amplia coalicción nobiliaria (Liga de Burgos -sept. 1464), imponiendo al monarca ese mismo año los humillantes Pactos de Cabezón, por los cuales fue jurado heredero el príncipe Alfonso, hermano de Enrique IV, y participó en la farsa de Ávila (1465). Congraciado secretamente con el rey, tras la desaprovechada victoria real de Olmedo (Agosto,1467) y la inesperada muerte de Alfonso (julio de1468), fue el artífice de la Concordia de los Toros de Guisando (18 de Septiembre de 1468), por la que Enrique IV reconocía como heredera del reino a su hermana Isabel, en lugar de su hija Juana (La Beltraneja). Estos favores le hicieron "acreedor" del maestrazgo de Santiago. Poco antes de morir se opondría al matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón y se pasó al bando de la Beltraneja.

Puesto don Juan Pacheco, al servicio del Infante don Enrique, cuando aún era príncipe de Asturias supo ganarse su voluntad y desde 1440 fomentó las intrigas del príncipe contra su padre Juan II y su valido (Álvaro de Luna). Aunque intervino en la sublevación de 1441 y en el segundo destierro del condestable, buscando su provecho, se pasó al bando de la monarquía en la batalla de Olmedo (1445), por lo que Juan II le concedió el marquesado de Villena, que incluía la villa y castillo de Medellín, por los muchos servicios prestados a la corona, y no era el menor, la destreza, ingenio y saber hacer que desempeñaba ejerciendo como doncel del príncipe D. Enrique. A partir de 1449 volvió a luchar contra Álvaro de Luna hasta conseguir su ejecución (1453).

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luismgon

Doña Juana de Pimentel


El conde de Benavente, tenía una hija, Juana de Pimentel, (no se sabe o no he podido encontrar la fecha de su nacimiento) a la que casa con su amigo el nuevo Condestable, Don Álvaro de Luna, en 1430. El padre ofrece como dote de Juana de Pimentel la villa y el Castillo de Arenas. Don Álvaro de Luna vivió unos años muy bien, amasando riquezas y poder. Doña Juana vivió parte de su vida matrimonial en Escalona.

También estuvo en otros lugares siguiendo la vida cortesana, salteada con frecuentes conflictos armados, generalmente de la nobleza levantisca contra el Rey, en los que participaba su marido. Así su segundo hijo nació en Madrid y fueron sus padrinos los Reyes. Acaso la visita que les hacen los Reyes en 1450 fue la ocasión para que admirasen las riquezas del castillo y deseasen para ellos parte del llamado "tesoro de Escalona". Pero tanta ambición tenía, tanto conseguía, que al final unos cuantos envidiosos se aliaron con la Reina, que curiosamente a fuerza de insistir una y otra vez sobre las posesiones que ambos tenían, incluso un ejército superior al del propio rey Juan II.

Este mando apresarlo para que fuera ajusticiado y acabaron con su poder e incluso con su vida. En 1453 a Don Álvaro de Luna le cortan la cabeza en el cadalso de Valladolid. Y otra vez, saltan sobre sus riquezas como locos los acusadores. Su viuda, Juana de Pimentel, y su hijo, Juan de Luna se refugian en la fortaleza de Escalona. Allí esconden sus principales riquezas y pueden defenderse mejor del rey, que estaba deseando él el primero cogerlo todo.

Estuvieron un tiempo asediados pero al final tuvieron que rendirse, aunque consiguieron conservar todo lo que doña Juana de Pimentel llevó como dote a su boda, incluyendo Arenas y su Castillo. Tras la muerte en el cadalso de su marido, doña Juana lucha por recuperar parte de sus bienes que le habían sido arrebatados con autorización regia, pese a ser prima del Rey, por otros miembros de la nobleza.

Como en la mente del rey estaban los bienes del castillo de Escalona le devuelve algunos bienes confiscados y le entrega otros que pertenecían al marido como Mombeltrán, antes conocido como El Colmenar- La Adrada, Castillo de Bayuela...,

A cambio de las dos terceras partes del tesoro de Escalona. También las dehesas a la otra parte del Tiétar, frente a Arenas, y en el término como El Rincón. Al mismo tiempo le reclama, ciudades extremeñas que se había apoderado D. Álvaro. Juana de Pimentel, desde la ejecución de su marido, firmó siempre sus documentos con el sobrenombre de "La Triste Condesa". Es fácil que doña Juana de Pimentel habitase de vez en cuando el Castillo de Arenas

Porque más de una vez, hizo donaciones para los religiosos del Convento de San Agustín de Arenas, que ya no existe, ya que eran ellos los que guardaban la imagen de la Virgen del Pilar, de la que la Triste Condesa se confesaba muy devota. Juan II murió pronto, pero la Triste Condesa tuvo que seguir defendiéndose del rey Enrique IV, que incluso la condenó a muerte, pero la perdonó y permitió quedarse con Arenas en 1462. Doña Juana pleitea, desde Arenas, por sus estados.

Toma la decisión de emparentar, por medio de la boda de su hija, con la casa del Infantado y se adelanta a los propósitos de Enrique IV quien deseaba que los bienes de la Condesa pasasen a manos de D. Diego López Pacheco, Marqués de Villena.

Posiblemente después de la Triste Condesa el Castillo de Arenas, nunca volvió a ser habitado. La villa de Arenas continuó perteneciendo al mayorazgo de Luna (fundado en 1484) y a las casas del Infantado y Pastrana, hasta 1811. Justamente en 1811 las Cortes declararon incorporados a la Nación todos los señoríos. Pero retrocedamos en el tiempo y nos situemos otra vez con la Triste Condesa, (Doña Juana de Pimentel)

Se cuenta que, al llegar la noche, la Triste Condesa sale de su residencia en busca del amor perdido. Doña Juana de Pimentel vaga por las calles sola y triste. Todavía no pierde la esperanza. Don Álvaro de Luna fue decapitado, ella no asimila su muerte.

Todos los días, conforme llega la mañana, Juana de Pimentel regresa a su castillo. Su llanto se escucha en los rincones. La irritación de Doña Juana de Pimentel contra Enrique IV llega hasta el extremo de oponerse a los propósitos regios incluso con las armas. Pues se niega a recibir al Rey quien quiere verla en el castillo de Montalbán, y ella lo espanta con disparos de "truenos y lombardas", por lo que éste llega a confiscarle determinados bienes como la villa de Mombeltrán y La Adrada.

Ella se las entrega a D. Beltrán de la Cueva en 1461 con lo que se resquebraja la unión que se había establecido con el Valle del Tiétar oriental. El enfado regio es tan grande que la condena a ella y a su hijo Juan de Luna a muerte. Pero luego, por intercesión de los Grandes de Castilla, le perdona y le dona Arenas y otros lugares para ella y sus herederos. En 1484 Juana de Pimentel, la Triste Condesa, Señora de Osma y 1ª Condesa de San Esteban de Gormaz.

La reina la dono todas estas licencias, y ella nombra heredera universal a su hija, María de Luna, esposa de Iñigo Hurtado de Mendoza, II duque del Infantado y III marqués de Santillana. La dejaba, entre otras cosas, los derechos que la podían corresponder en dicho condado, por lo que Arenas pasa a incorporarse al grupo de concejos que estaban bajo el señorío del Duque del Infantado.

Por ello surgió un litigio entre Diego López Pacheco, señor de Osma, II marqués de Villena y III conde de San Esteban, y el duque del Infantado, que finalizó con un acuerdo matrimonial aprobado por los reyes el 16 de noviembre de 1488.

Vivió mucho tiempo en Arenas y en su vejez se trasladó al Guadalajara donde firmó en 1487 donaciones de dehesas y fincas al municipio como agradecimiento por la contribución de los areneros en la recuperación de sus estados.

Murió en noviembre de 1488 y está enterrada en la catedral de Toledo, junto a D. Álvaro de Luna, en la capilla de Santiago.

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MARTA LA HECHICERA.


Cuando Juan II fue declarado mayor de edad vivía en Valladolid un caballero venerable pero despojado de toda fortuna. Durante su juventud había luchado contra los ingleses y portugueses en tiempos de Juan I sin recibir ninguna recompensa ni participar en el reparto, que de Castilla hizo a los nobles, Enrique III.

Después intervino en la cuestión sucesoria a favor de Fernando de Antequera, por lo que cuando Juan II se hizo con la corona fue apartado de la Corte. Ahora vivía retirado de los ajetreos nobiliarios, sin más ilusión que la compañía de su inigualable hija Marta, una virtuosa joven que componía toda la fortuna del anciano. En aquellos momentos comenzaba a despuntar en la Corte de Juan II un joven llamado Álvaro de Luna, que se había ganado la confianza y el respeto de la totalidad de miembros de la nobleza.

Con motivo de unas fiestas celebradas en Valladolid quiso el destino que Álvaro conociera a Marta, y heridos ambos por las flechas del amor comenzaron un apasionado y verdadero romance.

Pero con el paso del tiempo se encumbró don Álvaro, llegando a ser condestable de Juan II. Inmerso en sus nuevas responsabilidades, y cegado por el orgullo, abandonó a Marta, que ya hacía varios meses que esperaba su primer hijo y quedó con el único consuelo que le proporcionaba su anciano padre y el hijo que nació a los pocos meses.

Sin embargo la tranquilidad del hogar se volvió a ver de nuevo alterada un año después, cuando un grupo de enmascarados penetró en la residencia de Marta llevándose a su hijo y matando a su padre, que trató de impedir el rapto a toda costa. Nadie supo nunca donde fue a parar el inocente niño, quedando la madre hundida y sola en el mundo.

Varios años después celebraba el condestable en su Castillo de Escalona un festín al que estaban invitados los monarcas, el arzobispo de Toledo y los nobles más importantes de Castilla. El opulento festejo era propio de cualquier rey, queriendo el de Luna de esta manera hacer ostentación de su poder. Incluso la propia reina se sentía incómoda en aquella magnificencia, muy superior a la del palacio real.

En los arrabales de Escalona vivía una mendiga que tenía el don de leer el futuro, conjurar los espíritus y sanar enfermedades. No había un solo habitante que no hubiera acudido a ella en alguna ocasión para consultar sus inquietudes y aliviar sus males. Todos la conocían como “la hechicera”, y todos la respetaban. El mismo don Álvaro, que tenía el poder suficiente para apresarla o expulsarla de sus dominios, le permitió continuar ejerciendo sus dones.

Cierta noche, la misma que se había celebrado el festejo del que anteriormente he escrito, una mujer que desafiaba a la lluvia y el fuerte viento llegó hasta las murallas del Castillo, y tras llamar a una puerta trasera se adentra en su interior. Todos los habitantes de la fortaleza se habían retirado a sus aposentos, agotados por la fiesta. Pero sin embargo don Álvaro no podía conciliar el sueño. En su mente se agolpaban mil recuerdos que le martirizaban y no le dejaban pegar ojo. De pronto se abrió la puerta de su cámara, y por ella entró una demacrada y miserable mujer que se situó junto al lecho. El condestable, paralizado al reconocer a la hechicera, no pudo reaccionar, tan sólo escuchó:

-¡Devuélveme al hijo que me robaste!.

Y precipitadamente salió de la habitación. El condestable cayó desplomado y sin conocimiento al suelo, no volviéndolo a recobrar hasta el día siguiente.

Al amanecer se levantó como si no hubiera pasado nada, para asistir a una cacería que tenía prevista. En la explanada de la fortaleza se reunieron los participantes, entre los que se encontraban los Reyes y un joven de veintidós años llamado Juan, hijo del condestable. Partiendo de dicho lugar se dirigieron a los montes cercanos, atravesando antes la población. Fue entonces cuando en una de sus calles apareció una mujer que gritaba con desesperación. Los Reyes, extrañados, preguntaron a sus acompañantes de quién se trataba.

-Es una pobre adivina –les respondieron-. Hace años que vive en los alrededores del pueblo y muestra signos de locura.

La Reina, compadecida, le indicó a la hechicera que se acercara, diciendo:
-Me comentan que tienes el don de vaticinar el futuro. ¿Podrías hacer alguna predicción?
-Nada más sencillo –contestó la hechicera-. Vos liberaréis a Castilla de un monstruo que la devora desde hace treinta años.

Después, mirando al rey, continuó:
-Vos moriréis de pesar por lo más sensato que hagáis en vuestra vida, que será decapitar al hombre más miserable del reino.

Finalmente, mirando al condestable, concluyó:
-Y vos, miserable, moriréis en cadalso como merecéis.

Tras concluir sus profecías huyó la hechicera, dejando a todos pensativos y preocupados.

Después se dirigieron al bosque, para continuar con su prevista jornada de caza. Allí, el hijo de don Álvaro, cayó de su caballo, circunstancia que fue aprovechada por la hechicera. Rápidamente corrió hasta llegar a su lado, desabrochándole el jubón en busca de alguna señal para tratar de reconocerle. Pero comprobando que no era su hijo le clavó una daga en el pecho.

Don Juan no murió por la herida de la hechicera, pero don Álvaro la hizo apresar para ejecutarla públicamente. Fue empalada viva y su cuerpo fue colgado durante varias horas de las almenas del Castillo, para después cortar las cuerdas yendo el cuerpo de la hechicera a estrellarse con las afiladas rocas del fondo del barranco. Así concluyó la vida de aquella mujer, a la que años atrás el ruin don Álvaro había arrebatado la felicidad, además de un hijo.

Sin embargo todas sus predicciones se cumplieron:

La Reina fue la principal protagonista de la perdición del condestable, quien finalmente fue condenado a morir en el cadalso. Un año después el rey moriría, apesadumbrado por haber ejecutado al que durante años fue su favorito, (Don Álvaro de Luna).

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luismgon

Alvar, y Fernán Núñez


Corría el año 1426. Castilla se hallaba dividida en bandos por rivalidades y odios implacables entre los miembros de la nobleza: de un lado, el príncipe heredero con sus partidarios, de otro, los infantes de Aragón, y por encima de todos, el condestable don Álvaro de Luna, que con sus ambiciosas intrigas y enemistades tenía alterado todo el reino en continuas luchas y discordias. Poco a poco don Álvaro fue ganando poder y también la voluntad del monarca, llegando a constituir una amenaza para todos los nobles, tanto fue así que decidieron reunirse entre ellos y planear acciones contra el favorito del rey. El rey era Juan II de Castilla.

Ese año se dispuso a celebrar las fiestas de Navidad con gran esplendor, adornando ricamente sus palacios y aposentos. En uno de los días de la celebración ocurrió que al bajar las escaleras de Alcázar de Segovia, uno de sus invitados, Alvar Núñez, enemigo encarnizado de don Álvaro de Luna, tropezó con uno de los bufones de Juan II , al que llamaban "Aleluya", haciéndole rodar escaleras abajo, el bufón se levantó airado y juró venganza....

La fiesta continuó en el Alcázar, donde se habían congregado la flor y nata de la nobleza castellana, el magnífico salón del trono se encontraba el rey, y a su derecha el condestable don Álvaro de Luna. La fiesta había sido dedicada a la danza y a la poesía, de la cual el monarca era muy aficionado, al final se pensó en llamar al bufón "Aleluya" para que terminara la fiesta con buen humor.

Era el bufón de pequeña estatura y de aspecto ridículo, su sola presencia causaba risa y expectación. Todos los presentes comenzaron a hacerle preguntas a las que contestaba con gran ingenio, sobre quién era el más valiente o el más generoso de los nobles. De pronto dijo:

-El más desvergonzado de todos es el condestable don Álvaro de Luna, que ha llegado a requerir los amores de la reina. El más sabio Alvar Núñez que sabe todos los detalles y se lo ha contado a todo el mundo, y el más tonto el rey que lo sabe y no lo ahorca.

El monarca se puso en pie airado por tales palabras, la reina se puso nerviosa y abandonó el salón seguida de todos los invitados que alarmados quisieron abandonar el palacio.

Al día siguiente salía el condestable camino del destierro que duraría año y medio, tiempo que tardó el rey en recapacitar y perdonarle.

Con la vuelta del condestable se dispersaron todos los nobles, algunos huyeron a Portugal por miedo a represalias, sin embargo pudo dar alcance a Alvar Núñez que fue el que había sido acusado de ser el causante de su destierro, le llevó prisionero a su fortaleza (en Escalona) encerrándole en un calabozo y apropiándose de sus bienes.

Pasaba el tiempo y Alvar Núñez no lograba la piedad del condestable, y éste tampoco quería renunciar a los bienes que le había expropiado, por lo que le mantenía prisionero indefinidamente. Sin embargo el prisionero tenía un hijo llamado Fernán Núñez, el cual decidió limpiar la mancha de tener a su padre en los calabozos por capricho del condestable.
Decidió liberarle aún a costa de su vida.

Vendió todos sus bienes de su señorío, los cambió por monedas de oro que cargó sobre un burro, se disfrazó de aldeano y se fue a la que llamaban Venta del Perote, muy cerca de la ciudad de Escalona. Era aquella el punto de reunión de los soldados del condestable donde se divertían y emborrachaban cada noche.

Allí Fernán Núñez hizo amistad con uno de los soldados del condestable llamado Martín, gracias a él podía tener noticias de su padre prisionero. Le ofreció a este soldado mil maravedíes de oro si en una de sus guardias se comprometía a tirarle una escala por las murallas que le permitieran trepar, llegar a las mazmorras y liberar a su padre del confinamiento.

El buen hijo, transformado en soldado del condestable y de acuerdo con el soldado Martín, se dirigió a Escalona, cuando se encontraba al pie de las murallas del castillo, esperó con ansiedad la escala que apareció a las doce de la noche. Rápidamente subió por ella sin temor del abismo que se abría a sus pies. Una vez arriba, como si fuera un soldado mas, no tuvo dificultades para llegar al calabozo donde estaba su padre. Allí habló nervioso con el guardián, ofreciéndole otros 1000 maravedíes de oro si aceptaba abrir la puerta de la celda; el soldado aceptó y abrió los cerrojos de la prisión a Fernán Núñez que con profunda emoción abrazó a su padre, sin perder tiempo salieron de las mazmorras, llegaron a la puerta y lograron huir a toda prisa de la torre.

Sin embargo Martín, decidió que quizá obtuviera otra recompensa, esta vez del condestable, si daba la alarma y atrapaban a los fugitivos, sería gracias a él. La campana de alarma comenzó a sonar por esto padre e hijo se vieron rodeados en poco tiempo por soldados y por el propio don Álvaro que presenciaba la lucha.

Fernán Núñez entregó a su padre la espada que llevaba al cinto y él mismo luchaba con una daga. Se hallaban en medio de la plaza de la fortaleza en cuyo centro se hallaba un ancho pozo. Los dos caballeros se defendían con gran valor, pero faltos ya de fuerzas iban retrocediendo poco a poco hasta que se vieron en el borde del mismo pozo. Allí Alvar Núñez recibió el golpe de una maza en el cráneo y cayó pesadamente en el profundo abismo. A los pocos momentos el hijo también caía víctima de las estocadas de los soldados, precipitándose también al pozo. El condestable, mandó sellarlo con una pesada losa de piedra, de forma que aquella fue la sepultura de ambos infelices para siempre.

En el año 1853, debido a unas reformas del abandonado castillo, comenzaron los rumores de unos ruidos que por la noche no dejaban pegar ojo a los obreros, tanto era el misterio que alarmados, la cuadrilla de trabajadores permanecieron una noche en vela esperando descubrir el origen de aquellos gritos. Vieron con espanto que procedían de un pozo situado en el centro de la derruida plaza. El mismo se encontraba tapado y sellado con una losa enorme. Entre todos y con ayuda de palancas lograron desplazar la piedra, en ese momento una terrible explosión liberó una luz cegadora, todos cayeron al suelo, ante ellos aparecieron las figuras de dos guerreros que espada en mano subieron por las murallas y desaparecieron por encima de sus cabezas. Atónitos permanecieron tirados en el suelo algunos, otros corrieron a refugiarse en algún lugar. Cuenta la leyenda que eran las figuras de Alvar y Fernán Núñez que cuatrocientos años después lograron por fin su objetivo, recuperar la libertad y limpiar su honor.

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luismgon

El Condestable Don Álvaro de Luna. 3ª Parte


1452 El Condestable pasa la mayor parte del tiempo en su castillo de Portillo cerca de Valladolid. La calma parece instaurada en Castilla.
Sin embargo se descubre que Alfonso Pérez Vivero, antiguo servidor del Condestable y ahora al servicio de la Reina, ha tramado un complot a fin de eliminar al Condestable. Descubierto y desenmascarado por documentos de su puño y letra su vida se pierde en circunstancias no muy claras, lo que perjudica la imagen de D. Álvaro.
Pero era mucho el odio y la envidia acumulados en muchos nobles así como su ansia desmedida de poder. El Rey se veía ya influenciado por la joven Reina que nunca había tenido en estima a D. Álvaro temerosa ella misma del poder que el Condestable tenía.

La tregua que se vivía en Castilla ayudaba a que se alimentasen todas estas conjeturas e intrigas al no ser ya vital la presencia del Condestable en el campo de batalla.
D. Álvaro percibía esta situación y se encontró en numerosos momentos con algunas emboscadas o situaciones en las que su vida pudo correr peligro (se buscaba a cualquier precio su caída), pero supo salir airoso de ello. La joven Reina ya empieza a conspirar de forma clara contra D. Álvaro. El Conde de Plasencia recibe una misiva de la propia Reina en la que le insta a detener a D. Álvaro de Luna a cualquier precio. Su hijo (Álvaro de Estúñiga)se mueve para reclutar gente y llevar a cabo la orden. Posteriormente el rey se enteró pero no supo anular la orden para no enfrentarse así a su esposa…aunque tiempo después sabemos que el Rey mismo firmó la orden entregándola personalmente a D. Álvaro de Estúñiga.

D. Álvaro intuía estos movimientos y pudo haberse retirado de los vaivenes de la Corte pero no quiso.
Al rey fue, poco a poco, convenciéndole su esposa de que el Condestable podría atentar contra él para apoderarse del Reino.
Finalmente el 4 de abril de 1453 las tropas cercan la posada en la que D. Álvaro se encontraba. Se producen conversaciones y el Condestable consigue que le traigan del Rey documento firmado en el que se indica que si se entrega, su vida, bienes y posesiones, así como los miembros de su familia y familiares más allegados, serían respetados. Conseguido aquello se entregó, plenamente confiado en la palabra real.
Intentó por todos los medios que sus captores lo llevasen a presencia del Rey (bien sabía que si no lo conseguía su suerte estaba echada) pero éste, temeroso de no saber qué hacer o qué decir, no quiso, dejando así a D. Álvaro en manos de sus más acérrimos enemigos que lo trasladaron desde Burgos a Portillo, cerca de Valladolid.

Sabían estos nobles que los partidarios de D. Álvaro eran numerosos y entendían que sólo con su muerte conseguirían hacer efectiva el ansia de poder que tenían. Caído D. Álvaro, serían dueños de todas las posesiones (bien por derecho señorial o de maestrazgo mientras viviese) y fortuna que tenía. Se habían hecho correr entre el pueblo numerosos tropelías de D. Álvaro para evitar levantamientos. Tomaron la decisión, el grupo de nobles reunidos en Consejo, de condenarle a muerte. El Rey se sintió turbado ante aquella sublime decisión, aunque finalmente firmó la sentencia dado su carácter voluble del que ya hemos hablado y el deseo de recuperar para sí (y no para los nobles) todas las posesiones del Condestable.

Su condena fue más bien un ajuste de cuentas y una venganza por parte de sus muchos y poderosos enemigos.
Se informó de la decisión a D. Álvaro y éste solicitó un religioso que le ayudase a preparar su alma.

El 4 de Mayo de 1453 había sido detenido D. Álvaro acusado de herejía y otros variados cargos por Isabel de Portugal. El Condestable, como ya queda dicho, no hizo nada por impedirlo, a pesar de su poderosísimo ejército, confiando en la palabra del Rey de que su vida y sus bienes serían respetados. Quedaron estas palabras vacías de contenido.

El 2 de Junio, tras un rápido simulacro de juicio, fue decapitado en la plaza Mayor de Valladolid a las 11 de la mañana, cuando contaba con 63 años.
Su ejecución pública sumió a Castilla en un caos de envidias y a su Rey en una profunda depresión que le llevó a la muerte un año después.
Así se relatan en un romance anónimo sus últimos momentos……

Tomad ejemplo en mi muerte
Que es muerte que causa ejemplo
Y a todos cuántos y cuántas
Daños y agravios me hicieron
Los perdono, y me perdonen
Si les ofendí algún tiempo
En esto llegó el verdugo
Con el debido respeto
Tapó sus pálidos ojos
Con un leve cendal negro
Un fraile le quitó el Cristo
Don Álvaro bajó el cuello
Con voz alta dice a Dios:
EN TUS MANOS ME ENCOMIENDO

Fue enterrado en una fosa a las afueras de Valladolid, si bien después sus restos fueron trasladados al convento de San Francisco. Ya pasados los años, su hija María de Luna a la que había donado el Señorío de Cornago, se ocupó de trasladarlos a la suntuosa capilla de Santiago de la catedral de Toledo, donde reposan actualmente en compañía de su esposa Juana Pimentel y otros miembros de su familia.

Sus verdugos no corrieron mejor suerte. La Reina Isabel enloqueció muy pronto y el Rey, como ya ha quedado indicado anteriormente, murió un año después en 1454.

La leyenda de la muerte del Monarca recogida y repetida en varios escritos a través de los tiempos se impregna del halo de ficción del que hablaba al principio, pero no por ello dejaré de relatarla tal como lo hace José Serrano Belinchón en “El Condestable”. Dice así:
Aún se conserva en los viejos anales de Castilla, cubierta de polvo y casi borrada por los siglos, una leyenda según la cual el rey Juan II se encontraba en Segovia la mañana del 2 de Junio de 1453. Había ido a esconderse en aquella ciudad para no estar en Valladolid mientras se cumplía la sentencia firmada por él que acabaría con la vida de D. Álvaro de Luna, su protector, su amigo, el más leal de sus hombres desde mucho antes que le llegase, cuando niño, el uso de razón.

Cuentan que a primeras horas de aquel día se desencadenó sobre la ciudad una tormenta aparatosa y que un rayo fue a dar sobre la torre más alta del Alcázar. El Rey contemplaba encogido de temor los sucesivos latigazos de luz de los relámpagos y se estremecía con el retumbar de los truenos sobre la ciudad, mirando ahora al cielo, ahora a la hondonada que quedaba al pie del castillo, el horrible espectáculo de la tempestad.

Durante años y siglos fue verdad de fe para los castellanos viejos que tuvieron noticia de aquel conmovedor suceso, que entre el fortísimo resplandor que el Rey pudo ver desde la ventana de su cámara en el relámpago que hirió la torre, vio con todo el realismo de la verdad vivida, la escena que en ese mismo instante estaba teniendo lugar en la Plaza Mayor de Valladolid; justo el momento en el que el verdugo segaba de un tajo la cabeza de D. Álvaro de Luna. Le habló al Rey-aseguran- aquella cabeza latente desprendida de su cuerpo; y lo hizo para emplazar a Juan II ante el tribunal de Dios un año más tarde. Luego el trueno le hizo tambalear y herido de espanto cayó al suelo el cuerpo del Monarca.

Desde aquél mismo día el Rey enfermó de tristeza, hostigado por el recuerdo continuo de su injusta acción con el más leal de sus servidores, muriendo, como queda indicado un año después.

Los bienes de D. Álvaro serían objeto de rapiña y Cornago no fue una excepción. Se inicia aquí una época dura para sus habitantes, si bien esto y las relaciones que D. Álvaro mantuvo con Cornago y con algunos personajes importantes como D. Juan Díaz de Cornago, prior del Monasterio de Uclés ya nombrado anteriormente, quedan para otro artículo.

En 1658 el Consejo de Castilla declaró a D. Álvaro de Luna INOCENTE de los muchos crímenes, excesos, delitos, maleficios, tiranías y cohechos por los que había sido juzgado restituyendo así su buen nombre. Cobraban vida y razón sus póstumas palabras cuando decía refiriéndose a las acusaciones que le llevaban al cadalso:
Y cuanto más perseguida
La verdad más resplandece.

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luismgon

El Condestable Don Álvaro de Luna. 2ª Parte


1431: D. Álvaro de Luna se muestra deseoso de entrar en combate con el moro.
Se prepara el ataque a Granada que comienza con la famosa batalla de la Higueruela en la que se derrota al ejército musulmán y se engrandece la figura militar y como estratega de D. Álvaro de Luna. Pudo haberse seguido conquistado Granada, y con ello haberse adelantado su conquista medio siglo, pero Juan II se vio obligado a atender algunos problemas internos surgidos entre los nobles y a regresar a Castilla donde la envidia y el rencor a la persona del Condestable iba en aumento, dados los favores que el propio rey le dispensaba, favores que nunca eran gratuitos sino ganados en buena lid en el campo de batalla en la mayoría de los casos.
Conspiraron algunos nobles contra D. Álvaro tramando incluso su muerte. El Rey hace prisioneros a algunos de ellos por este motivo, aunque después a requerimiento de D. Álvaro, son puestos en libertad.

1432: Nombra D. Álvaro a su hermanastro, Juan de Cerezuela, Arzobispo de Sevilla 1433: Las justas, los juegos, las corridas de toros, las monterías, se daban por doquier en estos años en los que la tregua firmada con Aragón y Navarra había llevado a Castilla a un remanso de paz. 1434: Consigue que su hermanastro sea nombrado arzobispo de Toledo al fallecer el anterior, D. Juan de Contreras. 1435: Nace Juan el hijo de D. Álvaro y Juana Pimentel. El fin de las Treguas de Majano (eran por 5 años) abrió nuevamente el enfrentamiento entre D. Álvaro y los infantes de Aragón, agravado todo ello por la puesta en prisión del adelantado Don Pedro Manrique que después escaparía y formaría un bando rebelde. Se prorrogó un año más el acuerdo.

1438: Juan II concede varios privilegios a D. Álvaro 1439. Se firma el convenio de Castronuño, tratado humillante para la autoridad real que obliga a un nuevo destierro del Condestable (6 meses) retirándose éste a su villa de Sepúlveda el 29 de octubre de 1439, manteniéndose durante todo el tiempo ajeno a todo lo que ocurría en la Corte y desentendiéndose de lo que en los reinos de Navarra y Aragón se tramaba. Quiso aislarse completamente mientras pasaban los 6 meses de su destierro. 1440: Crea el mayorazgo de Cornago y Jubera para su hija natural María de Luna a la que había casado con su primo Juan de Luna, hijo de Juan Hurtado de Mendoza. El rey de Navarra, el Infante Enrique y un buen número de nobles castellanos conspiran con falsas calumnias y acusaciones infundadas contra D. Álvaro, intentando que quede alejado definitivamente de la Corte.

Los enemigos de D. Álvaro comienzan a atacar las posesiones de éste pero son derrotados por el Condestable en varios enfrentamientos. Cornago no fue una excepción. Se habían dado cuenta que no bastaba con adentrase en tierras castellanas, sino que era más doloroso para D. Álvaro que atacasen sus propias posesiones y Cornago estaba entre ellas no lejos de la frontera. En este mismo año Enrique IV se casa con Blanca de Navarra. 1441: Varios nobles conjurados dictan la sentencia de Medina por la que entre otros puntos hay un tercer destierro de D. Álvaro, esta vez por 6 años. Juan de Navarra, conjuntamente con el Infante Enrique, controla todos los movimientos de Castilla nombrando y desnombrando altos cargos con personas de su absoluta confianza. Se incorporaron así a la Corte nuevos miembros afines a los vencedores, si bien al Condestable se le trató en esta ocasión con un tono de velado respeto. Mientras, D. Álvaro trabaja a la sombra.
El rey revocó por su cuenta en 1442 esta decisión aunque D. Álvaro siguió ajeno a los vaivenes de la Corte.

1444: El rey queda retenido en su propia corte por el rey de Navarra. El hijo de Juan II, el príncipe D. Enrique, que ya tenía 19 años solicita ayuda a D. Álvaro y ambos contactan con otros nobles afines. En las riberas del Arlanzón se enfrentan al rey de Navarra al que hacen huir hasta Palencia.
Por otra parte Juan II consigue huir de la custodia a la que le tenía sometido el conde de Castro, uniéndose al ejército de su hijo y el Condestable, consiguiendo así que tanto el Rey de Navarra como el Infante Enrique abandonen Castilla.

1445: Batalla de Olmedo A principios de este año nuevamente se producen incursiones en lugares fronterizos de Castilla por el rey de Navarra y el Infante Enrique llegando incluso a tomar Olmedo. Enterado el Condestable de estos ataques a la corona informa al Rey y deciden en unión del Príncipe y otros nobles castellanos salir hasta Olmedo, llegando a sus murallas. Allí se produjeron infructuosas negociaciones sin llegar a ningún acuerdo, por lo que el enfrentamiento fue evidente con la victoria del rey y su valido el Condestable y la huída en plena noche del rey de Navarra y el Infante Enrique a sus reinos.
El Condestable había resultado herido en un muslo aunque la peor parte se la llevó el Infante Enrique al recibir un tajo de espada en una mano, muriendo días después a causa de la “gangrena” que se le produjo. D. Álvaro, a pesar de la herida, había aguantado en la pelea hasta el final.

Al morir el Infante Enrique, el título de Maestre de Santiago había quedado vacante y Juan II decidió dar tal honor a D. Álvaro en agradecimiento a los servicios prestados durante toda su vida. Se enviaron cartas a los 13 caballeros con potestad para elegir maestre, estando entre estos grandes santiaguistas D. Juan Díaz de Cornago, prior del Monasterio de Uclés, que fue uno de los que apoyó el nombramiento. D. Álvaro era ya el nuevo Maestre de la Orden de Santiago. Durante este año numerosas posesiones que había tenido en Castilla el Infante Enrique pasaron a manos de D. Álvaro. Era, en efecto, el Condestable quien estorbaba a los confederados en aquellos precisos momentos. Su arrojo, capacidad de gobierno y fidelidad al Rey eran cualidades que no podían soportar.

En este mismo año, exactamente el 11 de septiembre, se concede un privilegio a Cornago por parte de Juan II de Castilla por ser lugar de frontera y por haber recibido robos, males y daños…por las tropas navarras….Indudablemente D. Álvaro de Luna tuvo mucho que ver en esta concesión de la que salía beneficiado su señorío. Era un privilegio de exención de tributos (portazgo, peaje…….) en compensación a los servicios prestados y los daños sufridos por ser, como indicado anteriormente, lugar fronterizo y sobre todo por ser lugar perteneciente a D. Álvaro de Luna y por lo tanto enclave ideal para que sus enemigos lo atacaran. Atacando cualquier población atacaban Castilla, pero atacando Cornago atacaban además un señorío propiedad de D. Álvaro. Es decir, le daban donde más le dolía y herían así su orgullo. Cornago consiguió que este privilegio fuese confirmado por Enrique IV en 1457, los Reyes Católicos en 1483, la reina Juana en 1511 y el rey Felipe en 1563.

1446: Se desplaza con su Rey hasta Atienza para expulsar a las fuerzas navarras que se han hecho fuertes en el lugar. Fue un episodio violento y duradero en el que resultó herido el Condestable que fue curado en pleno campo de batalla, incorporándose seguido a la lucha. 1447: Es un año importante en la vida de D. Álvaro pues sin él saberlo podemos decir que aquí se inicia su decadencia. Me explicaré: Juan II (de 42 años) había quedado viudo y al ver que su hijo Enrique IV no podía darle descendencia encargó a D. Álvaro encontrarle esposa y el Condestable consideró casarlo con Dña. Isabel de Portugal (19 años) .
Esta boda tenía además un trasfondo político pues así Castilla se aseguraba el apoyo de Portugal frente a las insidias de los reinos de Navarra y Aragón, constituyendo un golpe de mano muy eficaz. Sin embargo, desde su llegada a la corte Isabel de Portugal siente una enorme animadversión hacia D. Álvaro, producto fundamentalmente de los lazos sentimentales tan fuertes que unían a éste con el Rey, iniciándose aquí una influencia negativa en la persona del Rey hacia el Condestable..
Como dato interesante reflejar que tuvieron dos hijos, la que fue reina de España Isabel la Católica (1451) y Alfonso (1453).

1448: Vuelven los nobles, con la ayuda de Aragón y Navarra, a conspirar contra D. Álvaro. La Reina se une a esta conspiración pero al final se da cuenta que quizás en estos momentos es lo peor que podría hacer ya que su desaparición podría llevar a que los reinos de Navarra y Aragón se apoderasen de Castilla al estar estos reinos incluidos en el grupo de conspiradores. D. Álvaro por su parte celebraba fiestas y agasajaba en todo lo que podía a la joven pareja pues su edad, ya próxima a los 60 años, le hacía pensar en mantenerse alejado de los problemas de la Corte. En este mismo año se tienen noticias de que la ciudad de Cuenca está siendo sitiada por un hijo del rey de Navarra con un importante ejército. Conocida la situación D. Álvaro monta su ejército y se dirige a Cuenca inmediatamente para impedir su toma. Basta decir que antes de llegar a Cuenca sus enemigos levantaron el campamento y se adentraron en tierras del reino de Aragón para evitar el enfrentamiento.

1451: A finales de este año un nuevo levantamiento contra la autoridad real se produce en Palenzuela y allí van el Rey y D. Álvaro con sus ejércitos sitiando la villa, y después de bastante tiempo de acoso y asedio, a finales de enero del año1452, se consigue su rendición.

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luismgon

El Condestable Don Álvaro de Luna.


Escribir sobre D. Álvaro de Luna no resulta complicado dada la importancia de su figura y la trascendencia que tuvo en la Castilla del siglo XV, ya que fue el más popular y poderoso de su tiempo. Intentar ser objetivo al pregonar los peldaños que durante su vida fue subiendo y bajando lo dificulta un poco más dada la enorme complejidad de su persona y la época convulsa en que vivió. Ya se sabe además que si la ficción es más bonita que la realidad es la ficción la que perdura en la historia (nos gusta que las fantasías perduren). La historia sin estos aderezos parece que fuera menos historia. Un ejemplo claro lo tenemos en el llamado “derecho de pernada” que en Castilla, bajo el control de D. Álvaro de Luna, no existió como tal y menos en sus villas propias y posesiones como Cornago ya que el Condestable nunca lo hubiese permitido dada su rectitud y la valoración que tenía por la mujer (incluso escribió un libro sobre ellas titulado “Virtuopsas e claras mugeres”, en defensa de las féminas y que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca.), pero ya se sabe las tradiciones orales aún pudiendo tener una base verídica en un momento y lugar dados, o incluso ser un hecho real muy puntual, van engordando su leyenda con los aderezos que cada “transmitente” le va dando, pudiendo llegar a nuestros días con gran carga de desfase.

Voy a intentar centrarme principalmente en aspectos de su persona sin olvidar sus logros políticos o militares que nos ayuden a comprender su retrato, procurando no perderme con bailes de fechas, datos históricos y otras referencias obligadas, aunque la tarea no resulta fácil.
“Amor y odio se reparten su imagen y es muy difícil encontrar en la historia española una figura tan emergente, tan atrayente y tan novelesca como la de aquel gran seductor de amigos y enemigos, que prefirió la muerte antes que renunciar a su orgullo y a la amistad que creía perdida, de su Rey Juan II”.

Castilla era en esa época un volcán en erupción plagado de envidias y deseos enormes de riqueza fácil al lado del Rey o fuera de él, y la figura de D. Álvaro de Luna, paradigma de la grandeza y la historia de una edad turbulenta y estremecedora, ganador de numerosas batallas y conflictos bélicos, era un freno para todos los que querían lucrarse de forma rápida y fácil.

Hombre recto, de fuertes convicciones religiosas, guerrero y estratega inigualable y sobre todo hombre leal como nadie a su Rey Don Juan II no permitía ni aceptaba estos desmanes. Su lugar, siempre próximo al campo de batalla y por lo tanto alejado durante gran parte del año de los tejemanejes de la Corte, dio alas a sus enemigos para la conspiración continua, lo que le llevó en tres ocasiones a ser desterrado. Esto que para cualquier persona hubiese sido un deshonor, para D. Álvaro sólo significó acatar la voluntar real sabiendo que su conciencia estaba limpia de cualquier maquinación. Significaron además estos tres destierros un reforzamiento de su figura pues en ambos tuvo el Rey que volverlo a llamar y pedirle y rogarle, hasta tres veces en alguno de los casos, su regreso inmediato ya que sin él el caos se apoderaba de Castilla. Su regreso suponía un inmenso gozo para el pueblo y para los cortesanos celebrado con banquetes, justas, torneos, bailes, saraos y toda clase de juegos incluido el de la pelota .

Esto demuestra fehacientemente los desmanes y envidias que se tramaban continuamente en el reino, pleno de intrigas sangrientas, de ambiciones insatisfechas y cómo muchos de los nobles buscaban tener lejos a D. Álvaro para su propio enriquecimiento y levantamiento contra el Rey, llegando a considerar a éste como un juguete. Conviene recordar también que muchos de los nobles tenían un gran ejército propio y posesiones enormes. D. Álvaro y su fuerte personalidad impedían estos desmanes y así lo hizo durante su vida, aunque la perdiera en ello. Luchó por reforzar la autoridad de la Corona, la cual era en Castilla la única alternativa al caos.
No podemos olvidar que el siglo XIV y XV significó el auge de la ganadería en Castilla y ocasionó la potencialidad económica de no pocos concejos y villas ya fuesen de realengo o estuviesen sujetos a señorío. Y Cornago no fue una excepción. De ahí la importancia de los señores de la Villa y del propio D. Álvaro en mantener este señorío y las continuas peleas que tuvo que soportar con los infiltrados de Navarra y Aragón para su defensa.

D. Álvaro había nacido en Cañete (Cuenca) en 1390. Hijo ilegítimo de D. Álvaro Martínez de Luna (copero del Rey Enrique III) y de una mujer de humilde condición social llamada María Fernández de Jarana (La Cañeta).

Por parte de padre descendía de una de las más ilustres familias aragonesas como era la casa de los Luna. Su tío-abuelo, D. Pedro de Luna, fue el Papa Benedicto XIII, el considerado antipapa. Su abuelo, Juan Martínez de Luna, hermano de Benedicto XIII, había ayudado a Enrique de Trastámara en la guerra fratricida de Castilla recibiendo de éste los señoríos de Alfaro, Jubera, Cornago y Cañete iniciándose aquí el entronque entre Cornago y la familia Luna.

Ya desde muy joven quedó D. Álvaro al amparo de Benedicto XIII. Era un niño inteligente y despierto, distinguido y brillante con las armas, buen jinete y excelente cazador, culto, discreto, reservado y ambicioso y ya despertaba una clara vocación de líder. Recoge José Serrano en “El Condestable” que “cuando tenía 10 años ya sabía todas las cosas que los otros niños grandes comenzaban a aprender. Sabía leer y escribir lo que convenía para ser caballero y sabía cabalgar y ponerse bien a caballo y procuraba traer limpio y en buenas condiciones lo que llevaba puesto y ser muy cortés y muy gracioso en su habla siempre prudente”

Estas cualidades y la influencia del Papa Luna, sirvieron para introducirle en la Corte como paje y compañero de juegos del rey Juan II, cuando D. Álvaro andaba en los 17 años y el Rey próximo a los 3, el cual había quedado sin padre dos años antes.

La consideración y el afecto por parte de la familia real fue inmediato. Su desenvoltura, y su agradable conversación ayudaron a ello. Amante de los juegos, de la danza y de la música, su trato elegante y gentil le llevaron a ser una referencia en la Corte y a ser nombrado oficialmente único paje del Rey, sólo un año después de su llegada, debido al enorme cariño que el jovencísimo monarca le había tomado. Esto suponía convertirlo en la persona que habría de estar junto a él las 24 horas del día. Fue como un niñero para su futura majestad, ejerciendo igualmente muchas de las funciones de un educador.

Se convirtió así en inseparable de su Rey compartiendo con él toda su infancia, sus juegos, sus travesuras y todo lo que un niño de su edad anhela y desea. D. Álvaro montaba extraordinariamente a caballo, excelente lancero, buen poeta y elegante prosista, cortés y gracioso en el diario discurrir, despierto, inteligente, amigable ....Todo esto hizo que el Rey tuviese admiración ciega por él. Fue su inseparable amigo, el hermano mayor del que recibía consejos y seguro que alguna reprimenda, la mano que le guiaba, el brazo que le aupaba al caballo.

Cuenta la historia que fue tal el apego que el joven futuro Rey le tuvo, que muchas noches no se acostaba si a su lado no lo hacía D. Álvaro. Éste le recitaba romances caballerescos plenos de intriga y batallas hasta que el sueño podía con el Monarca. En las noches de tormenta con profusión de rayos y truenos eran los brazos de D. Álvaro los que le cobijaban y adormecían. Así fue pasando el tiempo, durmiendo siempre a los pies de la cama del Rey para que éste se sintiese seguro.

Durante todos estos años fueron escasos los momentos en los que D. Álvaro tuvo que ausentarse de la corte (en algún caso para visitar a sus familiares en Aragón) y en todos ellos el pesar del joven monarca fue evidente: se abrazaba pesaroso a su cuello y le rogaba con lágrimas en los ojos que no se demorase su regreso. Así podemos imaginarnos la infancia de este Rey voluble y disoluto, como nos lo presentan las crónicas, junto a D. Álvaro, viendo a éste como un hermano mayor, y correspondiendo D. Álvaro con enormes muestras de cariño. Mientras llegaba a la mayoría de edad, el tío del futuro Monarca, Fernando, era quien gobernaba. Sin embargo en 1412 Fernando fue elegido Rey de Aragón pasando la regencia a manos de la madre del Rey, Catalina de Lancaster, mujer de nula capacidad para ello. Entre ambos rigen los destinos de Castilla hasta que en 1416 muere D. Fernando.

En 1418 ( algunos autores precisan que fue en marzo de 1419 con 15 años) fue considerada su mayoría de edad cumplidos los 14 años y se le entregó la corona con todas las prerrogativas, derechos y obligaciones viéndose enseguida que no era persona para soportar el peso de un reino y aquí, como podemos imaginar, la influencia de D. Álvaro empezó a tener su efecto y fue él de alguna manera quien empezaba a guiar los destinos de Castilla ya que sus palabras eran mensajes directos que el Rey aceptaba con sumo orgullo. Se iniciaba así el futuro valimiento en el trono de Castilla y empezaba aquí la carrera “político-militar” de D. Álvaro de Luna.

Intentaré a continuación reflejar los datos y hechos más relevantes de su vida procurando dentro de lo posible no extenderme en demasía y que exista una cierta ligazón: 1418: En este mismo año que D. Juan es declarado mayor de edad muere la Reina madre Catalina de Lancaster, siendo esto mayor motivo para que D. Juan siguiera refugiado en su gran amigo D. Álvaro. 1420: Se casa D. Álvaro con Dña. Elvira de Portocarrero . Ello le valió como regalo de bodas que el Rey le diese como suyas las villas de Jubera, Cornago y algunas otras que habían pertenecido a su padre, el copero mayor D. Álvaro de Luna.

1420: El Rey , D. Álvaro y un grupo de nobles habían sido hechos prisioneros a traición, en su mismo palacio de Tordesillas, por un grupo de insurgentes del reino comandados por Enrique, infante de Aragón. Posteriormente D. Álvaro consiguió escapar y días después, dando buena muestra de sus dotes de estratega, logró liberar al Rey. 1421: Año de calma en el que D. Álvaro acompaña al Rey en numerosas cacerías, festejos y todo tipo de juegos.
El Rey le hace entrega de la Villa, tierras y Castillo de San Esteban de Gormaz y también de la villa y tierras de Ayllón .

1422: D. Álvaro toma prisionero al infante Enrique por su insubordinación y rebeldía al apresar al Rey e ingresa en prisión fuertemente custodiado. El Rey ordena que sus bienes y los de los nobles afines sean confiscados y repartidos entre los nobles leales ( para ejemplo y escarmiento de quienes quisieran tomar de ello la debida lección) por lo que es fácil de imaginar que a D. Álvaro le tocaría la mayor parte. 1423: Fue el año de las grandes recompensas para D. Álvaro. Fue nombrado Condestable de Castilla y León con mando absoluto en todos los ejércitos del reino. Fue exactamente el 10 de Diciembre de 1423. Se celebró el acontecimiento con numerosas fiestas como relata Gonzalo Chacón en su biografía. Fue un año de calma y bienestar inhabitual.

José Serrano en El Condestable destaca que ”además de este título se le dieron otros como el de Camarero Mayor de la Cámara de Paños y el de Notario Mayor del Reino. Estos títulos aparecen eclipsados por el de Condestable pero tenían una extremada importancia. El cargo de Camarero Mayor de la Cámara de paños requería de la persona que lo ostentaba la máxima confianza por parte del Rey. Era su misión la de encargarse de las intimidades del Monarca en los aspectos más diversos tales como cuidar y vigilar la habitación donde dormía, comprobar el estado de su cama, el de las ropas interiores y exteriores de su vestido así como la custodia y atención de los escritos y documentos que sólo debe conocer el Rey.

También era misión suya controlar el dinero de las arcas reales. Entre las competencias adheridas al cargo en el segundo de los títulos (Notario Mayor del Reino) estaba la de controlar el contenido de las cartas dirigidas o enviadas en nombre del Rey, y guardar el sello.” 1425: Durante estos últimos tiempos, al estar en prisión el infante Enrique, Castilla vivió un periodo de calma y tranquilidad. Embajadores del reino de Aragón realizan numerosas gestiones con D. Álvaro para que éste interceda ante el Rey a fin de conseguir la libertad del Infante (se le ofrecen a D. Álvaro algunas posesiones en Aragón si interviene). D. Álvaro declina recibir nada a cambio en una muestra de honradez, no siendo ello óbice para interceder con éxito por su libertad, la cual consigue en este mismo año. Pero una vez libre el Infante, enseguida conspira nuevamente contra Juan II con sus hermanos los Reyes de Navarra y Aragón y algunos nobles.
Nace Enrique IV hijo de Juan II.

1427 Llega el propio Infante a conseguir el destierro de D. Álvaro retirándose éste a su villa de Ayllón, observando desde allí cómo el caos se apodera de Castilla y recibiendo de vez en cuando a emisarios de la Corte que le solicitaban consejo sobre cómo resolver los problemas que se iban acumulando en su ausencia.
D.Fadrique Enríquez (conde de Trastámara y Duque de Arjona) toma partido por los Infantes de Aragón en la lucha que éstos mantienen contra Juan II y el Condestable.

1428. Meses después el Rey y los mismos que le desterraron, le piden o mejor le ruegan hasta en tres ocasiones, que regrese. Pero él está cansado de los vaivenes de la Corte y piensa seriamente en alejarse de tanta insidia, si bien su amistad con el Rey le impide dejarle solo en estos difíciles momentos. Sabe que el Rey es de carácter débil. Así lo hace y toma algunas medidas drásticas para salvar el reino (los nobles creían que D. Álvaro retornaría dócil del destierro, pero se equivocaron). Había que vaciar la corte de tantos altos cargos, prelados y otros vividores que sólo gestaban mal ambiente y gastos desmesurados. Estas decisiones, políticamente incorrectas como diríamos hoy, empezaron nuevamente a crearle enemigos. Y así D. Enrique siguió como instigador y a la expectativa para caer sobre D. Álvaro Ya se sabe aquello de: ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Sin embargo, en todo el reino se había creado un gran estado de júbilo con la vuelta de D. Álvaro.

Los Reyes de Navarra y Aragón con más de 3000 hombres se adentran en tierras de Castilla. Llegado esto a los oídos de Juan II no sabe cómo reaccionar, pero D. Álvaro logra reunir en escaso tiempo unos 2000 hombres y sale al encuentro para enfrentarse en batalla esperando que en el trayecto se le uniesen más hombres. Finalmente, cuando ya están frente a frente en Cogolludo, la intervención de la Reina Doña María de Aragón evita la contienda y el ejército navarroaragonés se retira a sus dominios, seguido muy de cerca por las huestes de D. Álvaro para evitar que hiciesen daño a ninguna población fronteriza castellana por la que pasasen.

1429: Las tropas navarroaragonesas seguían conspirando y realizando movimientos dudosos cerca de la frontera, lo que llegó a oídos de Juan II que preparó un importante ejército para salir al frente. D. Álvaro, para hacerse respetar, penetra con estas fuerzas seis leguas más allá de la frontera en algunas zonas de Aragón, causando importantes destrozos. No está en la mente de D. Álvaro atacar los reinos de Navarra y Aragón, sino hacer una demostración de fuerza y valor para disuadir a éstos de hacer más incursiones en tierras que no les son suyas.

Al regreso, estando en Medinacelli, se entera D Álvaro que el Infante Enrique ha llegado hasta Extremadura y se encontraba en aquellas tierras haciendo daño y saqueando villas y aldeas en la comarca de Trujillo. Organiza D. Álvaro la defensa de la línea fronteriza de Castilla con Aragón dejando hombres en puntos estratégicos y se dirigen a Peñafiel. Piensa el Rey que no es interesante desplazarse hasta Extremadura y alejarse tanto de las fronteras de su reino, con el peligro que eso entraña, a pesar del deseo que tiene por enfrentarse al Infante, por lo que pidió ayuda a distintos nobles castellanos para que fuesen ellos quienes se desplazasen, pero todo fueron excusas, no encontrando apoyo y siendo nuevamente su única tabla de salvación la de su leal servidor el Condestable D. Álvaro de Luna. Los apoyos que no había encontrado el Rey los encontró el propio D. Álvaro en numerosos nobles castellanos y hombres de armas.

Enrique de Aragón se mueve por Extremadura y D. Álvaro no duda en ir allí conquistando incluso Trujillo. En ese mismo año se ocupan varias posesiones del rey de Navarra. Durante estos años, el Infante Enrique y otros poderosos le habían hecho a D. Álvaro importantes ofertas para alejarlo del lado del Rey, pero ni siquiera eran escuchadas ya que su lealtad al Rey era inquebrantable. Se había criado a su lado y esos lazos eran para él un cordón umbilical imposible de romper por su parte. D. Fadrique Enriquez, duque de Arjona, es hecho prisionero y encarcelado por haberse sublevado contra Castilla. Su vida licenciosa y plena de desmanes colabora en su sentencia de muerte un año después. Cuenta de él un romance lo siguiente:

De vos el Duque de Arjona
Grandes querellas nos dan
De que forzáis las mujeres
Casadas y por casar
Que les beviades el vino
Y les comiades el pan
Que les tomays la cebada
Sin se la querer pagar………

1430: Juan II pide a D. Álvaro el regreso a la Corte para reorganizar de nuevo su ejército y marcharse a atacar al Rey de Aragón. Hecho esto salieron hacia tierras aragonesas. Hicieron una primera noche en Garray (cerca de Soria) y luego en Almajano, Estando en esta localidad recibió Juan II a unos emisarios con propuestas de paz de los Reyes de Navarra y Aragón que enterados de las intenciones de Juan II quisieron evitar el enfrentamiento. Llegan al acuerdo de firmar una tregua por 5 años. Esta situación es del agrado de Juan II, pues ello estabilizaría las fronteras y le permitiría dedicarse a la guerra con los moros en el reino de Granada ,que era uno de sus anhelos.

Se firman las llamadas Treguas de Majano (realmente se firmaron en Almajano) el 16/6/1430 (algún historiador habla del 25) por las que Castilla, Navarra y Aragón firman la paz significando un completo éxito toda la negociación llevada por D. Álvaro y favoreciendo a Castilla los acuerdos firmados. Se marca, como he dicho anteriormente, una duración de 5 años y se establece un órgano de control con 7 jueces por cada bando, estando los 3 reyes sometidos al dictamen de estos jueces. Los jueces castellanos quedaron establecidos en Ágreda como lugar fronterizo. Conseguida esta paz D. Álvaro se dedica a visitar sus posesiones para informar en persona de la nueva situación creada y tranquilizar así a sus moradores, a la vez que captaba personal para la nueva empresa que se avecinaba: la guerra de Granada.

1430: D. Álvaro ya viudo se casa con Doña Juana Pimentel.

Gracias por leerme
luismgon